En su reciente visita a Irak, el papa Francisco predicó sobre las “manos vacías” de quienes aportan al bienestar de la sociedad y luego no reciben ni las gracias. Estos héroes del esfuerzo y el sacrificio, regresan a sus hogares y al mirar sus manos les parecen vacías y, para ellos, habló de la esperanza, del tesoro en el Reino de los Cielos que están acumulando. Mejor que el aplauso de los hombres, es una caricia con una sonrisa cariñosa de Dios.
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Nuestro querido Francisco hizo prodigios en esa nación y abrió caminos importantes para el diálogo más allá de los cristianos, el diálogo útil entre las religiones del mundo. Ante ese gran testimonio universal podemos decir qué hermoso es ver las huellas del mensajero anuncia la paz. El testimonio y heroísmo de Francisco nos coloca ante un gran reto en la evangelización integral de nuestros pueblos y nos pone en vergüenza a muchos cristianos, que andamos por ahí remilgosos buscando excusas y reclamando unas supuestas diferencias doctrinales o rituales para no juntarnos, para no orar juntos.
Quiero referirme, sin embargo, al llamado del Papa sobre las “manos que parecen vacías”. Quiero reflexionar sobre ese tema desde mi experiencia en este rinconcito de nuestro archipiélago antillano en América Latina.
Voy a usar un ejemplo de algo que está ocurriendo en Puerto Rico, con la lucha contra la privatización del sistema de energía eléctrica, que además, tiene la fibra óptica más poderosa y abarcadora que permitirá que la internet llegue verdaderamente a todos sin mayores dificultades.
Promover el bienestar social
He visto cómo la Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego (UTIER) se ha lanzado a una lucha titánica para tratar de salvarle a Puerto Rico su patrimonio, su derecho a tener un sistema de energía propiedad del pueblo. Esa gestión representa un importante testimonio por mantener un servicio esencial que nos ayuda a tener calidad de vida. La UTIER no necesita la solidaridad del pueblo, es el pueblo el que necesita respaldar la lucha de los esforzados de la ruta, de los trabajadores que están dando cara por el país y que al fin y al cabo es promover el bienestar social para cada uno de nosotros.
La falta de atención, de apoyo, de interés, de muchos ante las causas sociales –como lo es la gesta heroica de la UTIER– es una manera de dejar estrictamente (a nivel humano) con las “manos vacías” a los que se plantan frente a las injusticias. Pero Cristo no ve ni muchos, ni pocos, basta con que dos o más se reúnan en su nombre, para que Él esté en medio de ellos. No preguntes cuántos son los que defienden al pueblo, en Puerto Rico o en cualquiera de nuestros países. Dale las gracias a Dios por ellos y únete.
Pero los que inician una lucha, sea grande o pequeña, tienen ante sí no solo lo que quieren lograr. Tienen también el llamado a reflexionar sobre lo que hacen, sobre los imperativos del amor y la fe. Porque solo Dios sabe lo que hay en el interior del corazón de cada ser humano. Sería inútil tratar de engañar al Cielo. Nos engañaríamos a nosotros mismos.
En ocasiones en el camino de la lucha el cansancio nos hace pensar que de tanto dar, “parece” que tenemos las manos vacías. Pero no hay manera de que se nos acabe el amor. Mientras más amamos, más se llena nuestro corazón con el amor de Dios.
La historia de la humanidad está llena de héroes, santos y mártires que lo han entregado todo por la paz, la libertad y la justicia. También está llena de necesitados de todo tipo, de hermanos que tienen literalmente las “manos vacías” porque viven todo tipo de miserias. Es a ellos a los que nos debemos. Es por ellos, con ellos y para ellos, que tenemos que entregarnos, porque mal podemos decir que amamos a Dios si no amamos al prójimo. No claudiquemos en el camino que marca la lucha por la justicia y la Paz!, No dejemos de vivir con y por los demás! Vivamos para servir y amar.