En un video-mensaje a la Organización de Naciones Unidas (ONU), con motivo de su 75 aniversario, el papa Francisco comentó: “De una crisis no se sale igual. Salimos mejores o peores”. Era el 25 de septiembre del año pasado, y la referencia a la pandemia era obligada.
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En diversos foros ya lo había mencionado, y el mensaje tenía mucho de optimismo. El Papa argentino, y muchos de nosotros, pensábamos que la humanidad entera aprovecharía la oportunidad de dejar atrás los vicios que, de una manera u otra, habían colaborado en la extensión de la pandemia, y agravado las abismales diferencias sociales.
Perspectivas poco halagüeñas
No sé si soy pesimista, pero pasado ya un año las perspectivas no son halagüeñas. El manejo de las vacunas en el mundo entero así lo indica. El acaparamiento por parte de los países ricos, a nivel global, y las extendidas muestras de egoísmo, en aras de la supuesta supervivencia, en lo individual, han mostrado que seguimos atados a los mismos criterios, a las prácticas de siempre.
Hoy que recordamos la entrada de Jesús a Jerusalén, y nos preparamos para acompañarlo en su aprehensión, interrogatorio, tortura, crucifixión y muerte, sería deseable que nos planteáramos, como personas y como sociedad, a qué cosas tenemos que morir del pasado para salir mejores de esta crisis, como lo sugiere el Papa.
Y es que la pandemia, en vez de representar una oportunidad para sacar lo mejor de nosotros mismos, en muchos casos ha favorecido el regreso a esquemas que ensalzan la especulación, el encarecimiento de precios, el engaño con vacunas falsas, la mentira, el oportunismo político, y un patéticamente fúnebre etcétera.
En vez, entonces, de regresar a esas nefastas prácticas, la Semana Santa nos brinda la oportunidad de acompañar a Jesús en su sufrimiento -así como Él lo hizo con nosotros- y en su muerte, muriendo también a ese pasado terrible que nos llevó a esta trágica situación. Sólo así podremos unirnos a Él también en su resurrección, resucitando a un mundo nuevo, diferente, en donde seamos capaces de abrirnos a una fraternidad que nos una, y no a una competencia desmedida que nos separa.
Pro-vocación. Llama la atención que la apertura parcial de los templos -con aforos reducidos- para los oficios de Semana Santa en muchas partes del mundo, exigida por grupos de fieles que quisieran ver a sus obispos más belicosos en contra de los gobiernos, no está acompañada del mismo entusiasmo presencial con el que se exigía el regreso a las ceremonias litúrgicas. Veremos cómo se desarrolla la asistencia física a los oficios de estos días, salvando las recomendaciones sanitarias.