Hay muchos signos de cómo el papa Francisco se siente bien consigo mismo y no se considera preso por algunas prácticas de pontificados pasados. Para mí, uno de los ejemplos más significativos de esta lucidez de miras y confianza es su decisión de ir al Centro de Detención Juvenil a lavar los pies a un grupo de presos en la prisión Casal del Marmo.
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El Jueves Santo, Jesús lavó los pies a los Doce. Ellos quedaron extrañados y perturbados con esa experiencia. San Pedro se rebeló contra la idea, pero capituló ante la insistencia de Jesús. A pesar de ello, para la mayoría de nosotros, este gesto se convirtió en un momento litúrgico bastante estilizado, apenas una sombra de lo que implicó el lavatorio original. El papa Francisco replicó la sorpresa, el escándalo de los apóstoles, al mismo tiempo que consternó a cuantos preferían la liturgia estilizada en una basílica. Esto no fue una novedad para el papa Francisco, pues era lo que hacía cada Semana Santa como arzobispo de Buenos Aires.
El Santo Padre trastocó nuestra imaginación, pues nos hemos vuelto tan complacientes que ya no conseguimos ver más allá del gesto habitual para entrever la provocadora verdad que nos desinstala. Con un simple gesto, el papa desafió presupuestos clave en torno al poder, autoridad y liderazgo. Como dijo a los presos, esto es un símbolo, una señal. «Lavar los pies quiere decir que estoy a vuestro servicio».
Conmover el corazón
En sus palabras a los obispos brasileños, el 27 de julio de 2013, durante la Jornada Mundial de la Juventud, el papa Francisco dijo: «Si no formamos ministros capaces de conmover el corazón de las personas, de caminar de noche con ellas, de dialogar con sus ilusiones y desilusiones, de recomponer sus desintegraciones, ¿qué podemos esperar para el camino presente y futuro?».
Un novicio del padre Jorge Bergoglio cuenta que él siempre insistía en que los seminaristas fuesen a los barrios más pobres a dar catequesis a los niños los fines de semana. Solía decir que, si alguien consiguiese convertir el catecismo en algo suficientemente sencillo como para que lo comprendieran los niños, es que ese alguien es una persona sabia. Y cuando los seminaristas volvían de esos barrios pobres, el padre Bergoglio siempre comprobaba si tenían los zapatos llenos de polvo. Si alguno de ellos los tenía limpios, entonces le iba a tocar dar muchas explicaciones.
Su proyecto pedagógico
Este deseo de enseñar a los jóvenes jesuitas cómo mantenerse comprometidos con el pueblo, cómo estar cerca de los más pequeños, fue lo que hizo Jesús con sus apóstoles. Jesús los llevó al Templo para que vieran a la viuda depositando su última moneda en la cesta de la colecta. El Señor no le devuelve el dinero, ni le aplaude, ni le dirige elogios; ella ni siquiera sabe que está siendo observada y que Jesús usará su gesto como parte de su proyecto pedagógico para enseñar a sus apóstoles seminaristas. Lo que Jesús hace es ayudarles a ver a la viuda pobre a través de sus propios ojos. Jesús quiere que sus curas vean la fe y la devoción de los anawim, de los pobres que son ricos en fe.
En ‘Evangelii gaudium’, el papa Francisco nos recuerda que el corazón de Dios tiene un lugar especial para los pobres, hasta el punto de que “él mismo se hizo pobre”. Toda la historia de nuestra redención está marcada por la presencia de los pobres. En su discurso inaugural en la sinagoga de Nazaret, Jesús utiliza la profecía de Isaías para describir su propia misión mesiánica: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres». Jesús aseguró a los que estaban hundidos por la tristeza y aplastados por la pobreza que Dios tiene un lugar especial para ellos en su corazón: «Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”.
La peor discriminación
El papa Francisco es particularmente elocuente cuando defiende a los pobres y habla de nuestra obligación de ayudarlos a través de programas de promoción y asistencia, así como trabajando para eliminar las causas estructurales de la pobreza. Y, sin embargo, una de las llamadas más apasionadas del papa Francisco respecto a los pobres se refiere a su cuidado pastoral. En ‘Evangelii gaudium’ (n. 200), el Santo Padre describe: «Puesto que esta Exhortación se dirige a los miembros de la Iglesia católica, quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria».
Tomado de ‘Se buscan amigos y lavadores de pies’ (PPC Editorial)