“Dijo Dios: Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla. Todo ello os servirá de alimento.” (Génesis 1, 29).
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El jardín del Edén, nuestra tierra, nos fue dada para que pudiésemos comer de todo lo que ella nos ofrece. Más allá de la interpretación vegetariana que algunos dan a esta afirmación del libro del Génesis y que se sustenta en que acto seguido habla de que también ofrece a Adán y Eva los animales y los reptiles pero no para que se alimenten de ellos sino para que los dominen y puedan ellos, a su vez, alimentarse con la hierba verde que hay en el jardín, me gustaría centrarme en una de las implicaciones más importantes de concebir así el nacimiento de nuestro mundo.
La tierra se pone a disposición de Adán y Eva. Porque el jardín del Edén es una representación idealizada de la tierra en la que vivimos, que nos puede proveer de todo lo que necesitamos para una vida digna. No necesitamos ir a otro planeta para encontrar lo que precisamos, aquí está todo.
Pero ¿para quienes son los bienes de esta tierra? Todo lo que produce la tierra es dado por Dios para las personas que la habitan, para Adán y Eva que eran quienes vivían en la creación en el momento original. Dios no hizo diferencias entre unos grupos y otros, sino que nos regaló la tierra a todos, para que todos nos pudiésemos beneficiar de sus frutos, para que todos tuviésemos lo suficiente para alimentarnos o, dicho de otro modo, para llevar una vida digna sin carencias materiales.
Excluidos
Sin embargo, las personas organizamos nuestras sociedades de manera que muchos quedan excluidos del acceso a los bienes materiales necesarios para cubrir sus necesidades. Muchos quedan excluidos y no ganan los suficientes ingresos para llevar adelante esa vida digna que todos nos merecemos.
Damos más derechos a tener lo suficiente a diferentes personas y colectivos. En ocasiones por su nacionalidad, en otras por su capacidad para realizar un trabajo remunerado, en otras por la familia en la que se ha criado, en otras por el barrio en el que viven, en otras por la clase de trabajo que realizan…
Si lo que nos ha sido dado es para todos ¿Por qué nos empeñamos en que haya siempre quien quede excluido de acceso a lo básico? ¿La prioridad de nuestra sociedad no debería ser cumplir la voluntad divina de que todos tengan acceso a los frutos de la creación? El Génesis nos invita a organizar la sociedad de modo que todos podamos acceder a lo necesario para llevar una vida digna en el entorno en el que vivimos.