A veces hay que hablar de cosas de las que no se habla, de referirse a unos asuntos de esos que no es usual que hagan titulares en la prensa internacional, que es fácil pasar por alto cuando se reflexiona sobre las preocupaciones importantes de la Iglesia en nuestra América Latina. Puerto Rico es uno de esos temas. Está, si se me permite usar una canción popular, en un rincón del alma, donde se guarda la pena, donde se protege el amor.
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En un bote con buen motor, a menos de una hora de la isla grande de Puerto Rico, está la pequeña isla municipio de Culebra, que hace cerca de medio siglo derrotó e hizo retirarse a la marina de guerra de Estados Unidos, que la usó durante buena parte del siglo XX para prácticas de bombardeos aeronavales. Desde entonces, cada vez que se producen eventos de reclamo de los “culebrenses” por el abandono criminal y las promesas incumplidas de mejorar su situación, se oyen las estridencias de quienes consideran que merecen mucho castigo por haber sacado a la armada norteamericana.
Hace pocos días, porque jóvenes de Culebra y sus amigos protestaron contra las injusticias y las graves deficiencias del sistema de transporte marítimo con sus kayaks y así lograron interrumpir el paso de las embarcaciones del Gobierno, la policía les embistió sus pequeños botes, hubo arrestos y se acusó a un par de que su protesta pacífica era algo así como terrorismo y se les acusó criminalmente de “sabotaje”. Y sin ordenar una investigación administrativa, el gobernador exoneró a la Policía y, si bien dijo que entendía la queja y la frustración de la gente, el problema se atendería “privatizando” el servicio de transporte marítimo.
El error de privatizar
Lo mismo estaba pasando en la isla municipio de Vieques –en la que también la respuesta del gobernador es la misma–. Se olvida nuestro gobernador que la privatización es el mal social que destruye poco a poco la vida de los pueblos mientras los conduce a la muerte a través de una cierta “esquizofrenia moral”. Se ha perdido el sentido de responsabilidad personal y colectiva, se ha renunciado a criterios morales sociales y estamos en un desastre mayor porque la triste mezcla viciosa del “Estado y el libre mercado” no podrán nunca responder a las necesidades reales del pobre.
La lucha de la gente de Culebra está en el tránsito del relevo generacional. Los veteranos, aquellos con los que luchamos hace décadas, ya están entrando en años y algunos de ellos sufren enfermedades mayores. Le toca ahora a los jóvenes continuar los esfuerzos. Le toca a la Iglesia renovar también la solidaridad de acompañarlos como los hijos más pobres. Hace falta además otra renovación, porque lo que antes eran los ricos que llegaban a vivir en Culebra y se solidarizaban con el pueblo, ahora los están sustituyendo con “magnates ausentistas” de todas partes del mundo que tienen allí propiedades para ir a disfrutarlas y largarse en avión dejando al pueblo que se las arregle como pueda.
Cuando leo los estremecedores mensajes del papa Francisco sobre el gran error de estar “privatizando” aquello que no es mercancía, aquello necesario para sustentar la vida en esta tierra, no puedo menos que pensar en la tragedia del sistema de transporte marítimo y en el empobrecimiento generalizado en el que hoy vive nuestro archipiélago puertorriqueño, y de manera particular, en las islas municipios de Vieques y Culebra.
Cuando el Papa nos enseña que no se debe intentar “privatizar la salvación”, tengo que referirlo en mi mente a mi buena gente de Culebra y Vieques con nuestra isla grande. Desde hace siglos, en Roma comenzó a usarse el término ‘in pectore’, para referirse a la acción protectora del Papa de nombrar cardenales sin identificarlos públicamente y así protegerlos de peligros inminentes en sus países. De manera, que… es guardado por el Papa ‘en su pecho’.
¡Francisco!; hermano querido, intenso y lleno de sabiduría no te pido que nombres, aunque lo hagas ‘in pectore’, un cardenal para mi amada tierra puertorriqueña, como no le pido a los prelados de la Iglesia en América Latina que hablen y denuncien la situación de Puerto Rico. Sé que mi Puerto Rico está completo ‘in pectore’, como en un rincón del alma, de esos donde se guarda la pena y donde se protege el amor. ¡Así creceremos. El Caribe y Latinoamérica caminan y vibran juntos!