Cuántas veces hemos sido acompañados por personas que tienen una enorme experiencia de vida o que pueden compartir sus conocimientos con nosotros, gente que ha viajado a nuestro lado y no hemos conocido su verdadero valor.
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Seres extraordinarios que caminan cerca de nosotros, son acompañantes de camino y que muchas veces pasan desapercibidos para nosotros. Muchas personas dirán que por seguridad no es bueno entablar conversación con desconocidos, en estos tiempos podríamos ser contagiados y lo más recomendable es mantener la sana distancia y dejar que cada quien siga su camino, la recomendación es no involucrarse con nadie para no meterse en problemas.
Estar conectados
Seguimos ignorando, omitiendo y hasta pasando de largo por seguridad y sobre todo, para no ser presa de quienes puedan aprovecharse de nosotros. Esta actitud, está logrando que nos deshumanicemos, que dejemos de darle valor a las personas y nos quedemos con una simple imagen exterior de quienes nos rodean.
Es el precio que debemos pagar por vivir en grandes ciudades, la inseguridad y la desacreditación por el otro. Indudablemente, el ser humano no puede vivir solo sin relacionarse con sus semejantes, siempre está buscando ser parte de un grupo, ser aceptado e intercambiar sus experiencias. Las cosas han cambiado, el internet y las redes sociales nos permiten ser impersonales y al mismo tiempo se mantiene esa relación tan vital y necesaria de estar conectados.
No lo reconocieron
En cuanto a la parte física, nos seguimos aislando, nos mantenemos alejados del otro, de la sabiduría y de la riqueza que nos puede ofrecer la otra persona. En aquel tiempo contaron los discípulos lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
En el relato del camino a Emaús, vemos que la falta de atención por el forastero es un poco lo que nos pasa actualmente, no queremos ver a quien está cerca de nosotros, no deseamos involucrarnos.
Ellos caminaron cerca de aquel que tenía un mensaje revelador, estuvieron hombro con hombro de quien todos hablaban, pero no lo reconocieron. Pasaron muchas horas para que se pudieran dar cuenta que aquel que les había acompañado era nada más ni nada menos que Jesús.
Cerca de nosotros
El mensaje está siempre cerca de nosotros, en la presencia de aquel que está a un lado, en la historia de vida de cada persona que se cruza por nuestro camino, pero no queremos verle, nuestros intereses se imponen y protegernos es la única opción antes que exponernos a conocer a la otra persona.
Se pierden relaciones personales, se debilita el conocimiento por la otra persona, aparentamos nuestros pensamientos y emociones. El teólogo y poeta americano Thomas Merton escribió un libro muy interesante titulado “Los hombres no son islas”, en el que describe nuestra profunda, invisible y fecunda vinculación con las personas que nos rodean.
La realidad, es que al final, aspiramos a ser islas que desean vivir su propia existencia, centrándose en sí mismas. El mensaje y sus mensajeros seguimos sin reconocerlos.