De costa a costa y de México a Canadá, durante tres largos años, la periodista estadounidense Jessica Bruder recorrió el vasto mapa –geográfico y sentimental– de su tierra para conocer de primera mano la peripecia de tantos compatriotas a los que la crisis de 2008 obligó un día a echarse a la carretera y vagar sin rumbo, malviviendo con empleos temporales y pernoctando sobre ruedas. Un periplo por la cara B del sueño americano que plasmaría en País nómada. Supervivientes del siglo XXI, libro llevado ahora a la gran pantalla por Chloé Zhao bajo el título de ‘Nomadland’.
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La joven realizadora de origen chino, muy interesada por las esencias del salvaje Oeste –en una reserva india, con ‘Canciones que mis hermanos me enseñaron’ (2015), o tras los pasos de una estrella del rodeo, en ‘The Rider’ (2017)–, regresa al corazón de esos paisajes infinitos y personajes en ruta. Y lo hace con una ‘road movie’ de tono intimista y aires nostálgicos, que hermana a los desheredados del sistema cual familia itinerante, entroncando de algún modo su aventura con la de aquellos pioneros llegados al continente dos siglos atrás a la conquista de una oportunidad.
Viaje interior
Protagoniza este viaje –también interior– una sexagenaria viuda y sin hijos (Frances McDormand en un sutil despliegue de humanidad, desvalida y aguerrida a un tiempo, que bien merece este tercer Óscar de su carrera), preparada para dejar su casa tras el cierre de una mina que ha convertido a Empire (Nevada) en una localidad fantasma. Víctima de la precariedad económica y laboral, decide entonces trasladar su hogar a una vieja furgoneta y salir de allí en busca de nuevos horizontes.
Lo que se encuentra, sin embargo, son otros rostros e historias reales de exclusión y supervivencia (a excepción de la propia actriz y de David Strathairn, el resto del reparto se interpreta a sí mismo): desheredados del sistema que deambulan por los márgenes de la presunta sociedad del bienestar.
Pulso vital
Acompañando a esta mujer en su obligado éxodo, Zhao no solo nos regala imágenes para el recuerdo de las ‘badlands’ (tierras baldías) de Dakota del Sur, sino que nos permite tomar el pulso vital al nomadismo contemporáneo, compartir las inquietudes de incontables temporeros que hoy preparan hamburguesas o envíos para Amazon y, a la semana siguiente, están recogiendo remolacha a cientos de kilómetros.
Gentes que han asistido al derrumbe de sus pocas o muchas seguridades, y que se han visto abocadas a reinventarse para seguir adelante y no ser arrastradas por el tsunami de los cambios. Todo ello, además, sin merma de su dignidad, y en un ejercicio admirable de comunión con la naturaleza y de solidaridad con quienes salen a su encuentro y han corrido idéntica suerte.
‘Nomadland’ es el bello y melancólico retrato de un mundo que se debate entre la identidad y el desarraigo, el individualismo y la necesidad de compartir; la odisea de un grupo de valientes (o desesperados) que no tienen ya nada que perder, salvo su independencia. León de Oro a la mejor película en la última Mostra de Venecia, el pasado mes de septiembre, y, ahora, tres Óscar: a la mejor película, dirección y actriz protagonista. Como dirían al despedirse los compañeros de travesía, “nos vemos en el camino”… a las salas.
