Fray Abel de Jesús: “El que se escandaliza no evangeliza”

ganador del III Premio de Ensayo Teológico Joven PPC

Fray Abel de Jesús se define como “apóstol de los bolígrafos abandonados”. Tinerfeño de 28 años, este carmelita descalzo ha sido el ganador del III Premio de Ensayo Teológico Joven PPC, por su obra ‘Internet y vida contemplativa. Cómo hacer que tu espiritualidad sobreviva en la era digital’, que ya está a la venta.



En ‘Teonáutica’, su canal de YouTube, busca acercar el hecho religioso a los jóvenes con creatividad, buen humor y haciendo hueco para rezar por “la comunión online de todos los santos”. “Lo que más profundamente marca mi vida es un torpe, resignado e inquebrantable amor por Jesús, que me ha llevado hasta los lugares más insospechados”, asegura sobre la aventura digital a la que le ha llevado su vocación como consagrado.

PREGUNTA.- ¿Cómo suena eso de ser considerado el mejor teólogo joven del año?

RESPUESTA.- Cuando te presentas a un concurso como este, siempre lo haces con la esperanza de que se valore tu investigación, pero de ahí a ser el mejor teólogo va un abismo. Presenté el trabajo el último día de la convocatoria porque no sabía si podía encajar, pues tiene mucho de sociología y psicología, una fórmula híbrida.

P.- El subtítulo de su obra es ‘Cómo hacer que tu espiritualidad sobreviva en la era digital’. ¿Hay futuro para la Iglesia fuera de las redes sociales?

R.- Una de las tesis del libro es que internet es uno de los continentes más habitados del mundo. Es realidad, no mera virtualidad. Por ello, la Iglesia no puede no estar como espacio a evangelizar, de la misma manera que no puede no estar en Asia. Si somos misioneros, tenemos que serlo en el continente digital.

P.- Pero tampoco vale estar de cualquier manera en Tik Tok, Instagram…

R.- Esa es la gran asignatura pendiente: la formación. De la misma manera que no te plantas sin más en un país de misión, sino que te tienes que inculturar, no puedes dejarte caer en las redes. En el canal de YouTube insisto mucho en esta idea: buenas intenciones en el infierno hay a montones. A veces solo con la buena voluntad provocamos grandes estropicios.

Gastar y gastarnos en comunicar

P.- Deme un consejo básico para moverse lo mismo por Twitter que por Facebook.

R.- El que se escandaliza no evangeliza. Si a la mínima que entras en las redes te llevas las manos a la cabeza por el tono de algunos comentarios, los temas que se tratan o la manera que tienen los jóvenes de ver la realidad, tienes todas las de perder. Desde el antiguo Egipto tenemos constancia de que los jóvenes de ahora no son como los de antes, pero dejarnos llevar por esa mirada avejentada de la realidad no lleva a ningún sitio. Los jóvenes siempre son jóvenes y generan quebraderos de cabeza, y el mundo siempre ha estado más o menos mal.

P.- Pero, ¿las redes no se han convertido en un patio de colegio o en una corrala donde solo hay hueco para el insulto?

R.- Ante esta realidad, otra de mis máximas: el que polariza no evangeliza. Si en las redes estamos fomentando la división eclesial y las batallas internas –algo que tristemente está sucediendo bastante a menudo–, mal vamos.

P.- Apostar por la comunicación, ¿se sigue viendo, en las diócesis y las congregaciones, más como un gasto adicional que como una inversión?

R.- Tenemos que gastar y gastarnos en comunicar. Si decimos que la razón de ser de la Iglesia es evangelizar, pero no gasto en aquello que nos permite llevar a cabo la misión, no somos fieles a lo encomendado. Hay que gastar dinero, tiempo y personas. Por ejemplo, tenemos un déficit terrible en producciones audiovisuales de calidad, tanto en la forma como en los contenidos.

Es normal que la gente no quiera consumir películas católicas, porque no se hace una inversión real. No basta con tener canales propios de radio y televisión de la Iglesia para cristianos convencidos. Ya la instrucción pastoral Communio et progressio (1971) apuntaba que la gente no estaba en disposición de soportar contenidos de igual o inferior calidad a lo que está acostumbrado a consumir. Ante el listón de Netflix, no podemos presentarnos con algo mediocre. Será más contraproducente que beneficioso.

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