El Papa ha elevado hoy a ocho cardenales de la orden de los diáconos a la orden de presbíteros, un gesto honorífico que no implica ningún derecho más de facto, pero que de alguna manera busca reconocer la trayectoria y el servicio ofrecido por los purpurados. La designación ha tenido lugar esta mañana durante el consistorio ordinario público en el que ha dado vía libre a la canonización de ocho nuevos beatos.
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En la lista se encuentran tres de los cardenales que han liderado las críticas públicas a Francisco. A saber: Robert Sarah, Raymond Leo Burke y Walter Brandmüller. Una decisión tomada por el Pontífice que no ha sido cuestionada, en esta ocasión por ninguno de ellos, habituados a poner en duda cada una de las reformas y declaraciones de Jorge Mario Bergoglio. Junto a ellos, el Papa también ha ‘condecorado’ a otros purpurados con los que comparte una visión de la reforma de la Iglesia como Angelo Amato, Francisco Monterisi, Kurt Koch, Mario Piacenza y Gianfranco Ravasi.
Tres tipos de purpurados
La diferencia entre los tres tipo de purpurados -cardenales obispos, cardenales presbíteros y cardenales diáconos- radica en la titularidad de una diócesis suburbicaria, una iglesia en la diócesis de Roma o una diaconía romana. Dentro de esas tareas simbólicas que se asigna a los purpurados, el decano de los cardenales diáconos es el responsable de entonar el tradicional ‘Habemus papam’ tras el cónclave y la fumata blanca.
Se da la circunstancia de que, hasta ayer, Sarah ostentaba esa responsabilidad como cardenal protodiácono, por ser el elector con más tiempo en este rango púrpura. Sin embargo, al ser distinguido ahora como cardenal presbítero, deja esta responsabilidad en manos del cardenal Giuseppe Bertello, actual presidente del Governatorato Vaticano.