Tribuna

La predicación en silencio del arzobispo Roberto González Nieves

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Llegó en mangas de camisa, entró al salón sin hacer ruido ni tratar de llamar la atención y se sentó, como uno más. Allí se mantuvo atento, escuchando lo que explicaba el conferenciante y los discursos de los oradores. Terminada la actividad, se despidió agradecido de un par de amigos y se fue, como había entrado. Considero que fue una predicación abrazada a la contemplación. Viviendo la lucha de los trabajadores. Ese sermón en silencio del arzobispo metropolitano de San Juan, Roberto González Nieves, es digno de que consigne, de que se difunda.



Se me olvidaba un detalle. El único signo visible de su excelentísimo rango en la Iglesia era un pequeño y sencillo crucifijo que, colgado de una cadenita en su cuello, descansaba sobre el pecho de su guayabera, también en silencio.

Como organizador de aquel evento, yo saltaba de alegría cuando me enteré que el Arzobispo acudiría. La noche antes me escribió diciendo:; “P. Pedro… podré ir mañana”.

Roberto Octavio González, arzobispo de San Juan

Mi imaginación voló y pensé en la importancia de que se pudiera escuchar su palabra, que contestara preguntas de los periodistas. Pero ese no era su plan. Me dejó saber que iría en solidaridad, para apoyar a los trabajadores. No quería llamar la atención. “Solo para estar presente y apoyar de esa manera. Buenas noches”, me dejó escrito. Nos dio una gran lección. Hace falta mucha humildad para actuar en silencio en esta sociedad tan presta a la vanidad. Pero también Cristo se mueve en silencio entre nosotros.

Pero se me olvidaba otro detalle. El acto, Mensaje a la Nación del Colectivo Todos Somos Pueblo, fue en solidaridad con la lucha de los trabajadores de la Autoridad de Energía Eléctrica, que se enfrentan como un David valeroso al gigante LUMA, consorcio al que el Gobierno ha confiado “privatizar y devastar” el patrimonio nacional de energía. Se trata de una confrontación asimétrica y esperanzadora, que intenta levantar al pueblo para que se defienda ante esta ofensiva neoliberal que pretende patear a todos, en especial a los pobres de nuestra “borinken bella”.

Las caravanas de los trabajadores

La ocasión eran las vísperas del Primero de Mayo, que con media docena de caravanas representativas de los distintos sectores laborales y comunitarios recorrería el área metropolitana para hacer sentir la voluntad de autodefensa del pueblo de Puerto Rico.

Las caravanas fueron estremecedoras. La nueva temporada de lucha de nuestro pueblo ha comenzado. Valdría la pena que todos presten atención, porque Puerto Rico está otra vez ensillando los caballos. La Iglesia tiene mucho que aportar y creo que el arzobispo en comunión con el pueblo está marcando una ruta.

Mientras muchos medios de comunicación social y la prensa trataron de que la lucha de los trabajadores no resonara, el arzobispo tomó otro camino. Las estaciones de radio y televisión de la Iglesia y el periódico católico El Visitante, se fueron del bando de los trabajadores. Están haciendo lo que debe hacer todo buen puertorriqueño. El arzobispo Roberto demostró ser dos veces franciscano. Se comportó como lo hubiera hecho san Francisco de Asís, quien fundó la orden religiosa a la que él pertenece y también como el amado papa Francisco. Puso los recursos de la Iglesia al servicio de la lucha del pueblo, sin buscar ser protagonista de nada. Demostró con su “prédica en silencio” que la Iglesia no es una ONG, la Iglesia es Madre y Maestra.