El pasado 19 de marzo comenzaba el Año “Familia Amoris laetitia”, que durará hasta el 26 de junio de 2022, con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma. El motivo lo proporcionaba la celebración del quinto aniversario de la publicación de ese texto papal sobre la belleza y la alegría del amor familiar.
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La Escritura comienza, en cierta forma, con una alusión familiar: la creación del ser humano en forma de familia, de “matrimonio”: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó” (Gn 1,27).
En el segundo relato de la creación, de un tenor bastante distinto al de Gn 1, el varón reconocerá a la mujer como alguien tan suyo que resulta algo propio: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Gn 2,23).
Caín y Abel
Sin embargo, casi a las primeras de cambio, el hombre renegará de su destino de comunión con la mujer: “La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí” (Gn 3,12), le dice Adán al Señor, tratando de disculparse. La mujer, a su vez, procurará evadirse de su responsabilidad cargándosela a un tercero: “La serpiente me sedujo y comí” (Gn 3,13), le dice al Señor.
Por desgracia, la belleza y la alegría del amor familiar de las que habla el Papa no siempre tienen lugar. No las hay, como hemos visto, entre los esposos primordiales. Pero la Escritura es testigo de que tampoco reina entre los hermanos. De hecho, el episodio que sigue al de la pareja inicial en el Edén es la trágica ruptura de una pareja de hermanos prácticamente ya quebrada desde el principio. Caín andaba enfurecido y abatido porque el Señor se había fijado más en la ofrenda de su hermano Abel que en la suya. A pesar de la recomendación divina de obrar bien, “Caín dijo a su hermano Abel: ‘Vamos al campo’. Y, cuando estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató” (Gn 4,8).
Así pues, en la Biblia hallamos el testimonio de cómo el amor “familiar” –esponsal o fraterno– es un tesoro que hay que cuidar cuando se descubre. Pero también de que ese tesoro es un bien tan frágil que puede romperse con facilidad. Ojalá que el Año “Familia Amoris laetitia” nos ayude a descubrir ese tesoro y a protegerlo.