Los estudiantes
Este sábado, 22 de mayo, el papa Francisco, después de recibir a la presidenta de la Comisión Europea, se reunió con un grupo de estudiantes y personal del Instituto de Enseñanza Superior Giorgio Ambrosoli de la localidad italiana de Codogno, al norte del país. Un lugar que se ha hecho famoso por acoger al “paciente 0” –parece que técnicamente es más bien el “paciente 1”– del coronavirus en Italia –y, por lo tanto, en Europa–. La delegación de este colegio público de Formación Profesional se encontró con el Papa en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.
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El pontífice, a los estudiantes que viven en la que fue considerada por un tiempo la “zona roja” del país, les pidió que aprendan de esta “experiencia negativa” que les ha tocado vivir. Y una de las lecciones que ha subrayado es “la importancia de las relaciones interpersonales reales, no virtuales”; para ello, les ha pedido que tengan un “mayor sentido crítico en el uso de estas herramientas”. También, a las puertas del fin de curso, les ha recomendado que además de sacar buenas notas que no se olviden de mirar a “los rostros” de los demás.
39 alumnos del último curso de los ciclos de mecánica, finanzas y hostelería pudieron salida al Papa junto a al arzobispo –natural de Codogno– Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, después de haberle escrito una carta señalando las consecuencias sociales de la pandemia. A ellos les ha pedido el Papa que la pandemia no frene sus “sueños”.
“La dimensión relacional entre vosotros, los estudiantes, y también con los profesores, ha sido penalizada en los largos meses de aprendizaje a distancia”, ha lamentado el Papa. Por ello les ha invitado a disfrutar de los “presencial” y ser sensibles a las carencias que se puedan haber abierto. “Vosotros sois el presente en la sociedad. Sin los jóvenes, una sociedad está casi muerta. Vosotros sois el presente porque traen vida nueva”, destacó el Papa.
“Que cada uno de vosotros sienta el deseo de dar gracias a Dios por la oportunidad de la escuela: un lugar en el que crecer con la cabeza, con las manos y con el corazón; un lugar donde aprender a vivir las relaciones de forma abierta, respetuosa, constructiva; un lugar donde convertirse en ciudadanos conscientes y responsables”, concluyó.
El mensaje
Este fin de semana se ha cumplido un año, litúrgicamente hablando, de uno de los mensajes más claros de Francisco sobre la pandemia del coronavirus –casi tan directo como el de que estamos todos en la misma barca en medio de esta tempestad–. En el mensaje que envió a la vigilia ecuménica de pentecostés organizada por Charis, de la Renovación Carismática, señaló que “de las grandes pruebas de la humanidad, y entre ellas de la pandemia, se sale o mejor o peor. No se sale igual”.
En este mismo sentido señalaba el Papa que “cuando salgamos de esta pandemia, no podremos seguir haciendo lo que veníamos haciendo, y cómo lo veníamos haciendo. No, todo será distinto. Todo el sufrimiento no habrá servido de nada si no construimos entre todos una sociedad más justa, más equitativa, más cristiana, no de nombre, sino en realidad, una realidad que nos lleva a una conducta cristiana”. Para Francisco “si no trabajamos para terminar con la pandemia de la pobreza en el mundo, con la pandemia de la pobreza en el país de cada uno de nosotros, en la ciudad en donde vive cada uno de nosotros, este tiempo habrá sido en vano”. “Tenemos por delante el deber de construir una realidad nueva”, apuntaba Francisco.
El idioma
Todos los años, el día de Pentecostés, se lee en misa el comienzo del capítulo 2 de los ‘Hechos de los apóstoles’. Tras recibir el espíritu, los discípulos pierden el miedo y comienzan al instante a anunciar el mensaje salvador de Jesús. Entonces, ante la multitud de extranjeros concentrados en Jerusalén, se oye entre el gentío decir: “¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?”
Entonces me vino a la mente una historia de esta semana, muy vinculada al último número de la revista ‘Vida Nueva’. El periódico ‘La Razón’ recoge el testimonio del legionario Francisco Lara Malia que ha reforzado en estos días el operativo desplegado en la frontera de Ceuta. “Esto no se nos va a olvidar nunca. No imaginé que viviría una situación así. Fue muy duro” dice el soldado que llegó hace un año a la milicia. “Es difícil borrar de la mente algunas de las cosas que hemos visto. Recuerdo, por ejemplo, cómo recogí a un niño que tendría unos cuatro años. Venía con hipotermia y no se podía ni mover. Llegaba sin fuerzas. Le cogí del agua y lo llevé a la orilla. También era muy duro ver cómo las madres se subían a la piedra que hay justo en la valla del espigón y estiraban los brazos para que cogieras a su bebé. Era muy peligroso porque podían caer fácilmente al mar con ellos”.
También ofrece su testimonio la legionaria Saray García. “Un niño de unos 10 años se me agarró y no me soltaba. No podía comunicarme con ellos porque no hablaba más que árabe, así que nos entendíamos con gestos. Estaba muy asustado y verle así te impacta. Algunos que sí hablaban español suplicaban: ‘No me sueltes. España, por favor’. Ha sido muy duro. Además, veías cómo menores explicaban que habían perdido a su familia por el camino”. Aquí desaparecen las barreras del idioma y el mensaje que se transmite es meridiano.
Como los discípulos de aquel pentecostés, la pandemia puede servir para dotarnos de un miedo paralizante o para ser conscientes de que este es el “tiempo favorable” en el que anunciar el mensaje del Resucitado. Y de forma elocuente, que todos (los que lo quieran entender) lo entiendan.