Acoger, proteger, promover e integrar es esto. Fadoua y Maya viven en casa de unas religiosas de los Sagrados Corazones. O al revés. Es lo mismo. Son familia. Ellas, de corazón grande, viven su vocación en la familia grande, que “(…) debería integrar con mucho amor a (…) los niños, dándoles un amor sano y una tutela familiar cuando sus padres no pueden…” (Amoris laetitia, 197).
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De menores no acompañadas –MENAS– a ex tuteladas. Y cumpliendo su sueño de formarse y tener una vida digna gracias a estas religiosas. Ellas, sin embargo, se quitan mérito, pues no han hecho nada más que abrir las puertas de su casa y poner un plato más en la mesa…
Maya no lo olvida. 12 de agosto de 2019 –“es un día muy importante para mí, pese a que fue un momento de mucho miedo”, subraya–. Tenía 18 años. Eran las cuatro de la mañana. Medio centenar de personas aguardan en una playa de Tánger.
“Para subirte a la patera tienes que entrar casi todo el cuerpo en el agua, porque si la acercan a la orilla puede picarse. Es de noche, no ves nada. De repente el conductor dice: ‘Vamos’. Y todo el mundo sube. Yo no podía. No sé que me pasó. El agua me llevaba dentro… le pedí a un hombre que me ayudara a subir y lo hizo. Había muchas olas, el mar estaba muy fuerte. No sabía lo que estaba haciendo… qué hacía ahí. Tenía la sensación de odiar la vida, de odiar el país en el que he nacido porque en Marruecos si no tienes dinero no vales nada”. Así lo relata. Del tirón. Fadoua comienza a llorar. Se siente identificada, aunque ella llegó sin jugarse la vida en el mar.
Temor a ser descubierta
Maya es de un pueblo del Atlas. Tuvo que irse a una ciudad más grande para estudiar. Pero como su madre trabaja en el campo, no podía mantenerse sola. “Tenía un sueño y sabía que en Marruecos no lo podía conseguir, así que decidí venir a España. En mi país, si eres mayor de edad y no estás casada no estás bien vista… Y yo tengo sueños, igual que los hombres, y quiero cumplirlos”, explica. Aprovechando que tenía una amiga en Tánger, se fue unos días para conocer a gente que pudiera ayudarle a coger un cayuco. Y lo consiguió.
“Al llegar, yo estaba con dos chicas menores y la policía, al verme con ellas, pensó que yo también lo era y nos llevaron a un centro. Allí pasamos una semana y luego nos enviaron a Sevilla, donde he estado seis meses”, explica. Y continúa: “Veía la vida negra… ¿qué pasa si se enteran de que soy mayor? ¿Me van a devolver a mi país? Somos seres humanos y no venimos a matar a nadie”.
Gracias a la Fundación Sevilla Acoge estuvo un año en un piso con otras chicas ex tuteladas de Marruecos y América. “Conviví con chicas como yo y eso fue una experiencia bonita en la que compartimos nuestra historia y nuestros sueños, hasta que cada una tomó su camino”, señala. Luego es cuando los Sagrados Corazones aparece en su vida, aunque ella solo conocía a religiosas por las películas, cuenta entre risas. “Como yo quería estudiar, me dijeron que en Madrid me podían ayudar, aunque tenía miedo porque Madrid es muy grande, yo nunca he ido en metro… pero acepté”, indica.
“Gracias a Dios, ya estoy en Madrid. He convalidado el bachillerato y he conocido a estas mujeres que me han abierto las puertas de su casa y eso es muy grande para mí. Ya estoy esperando para hacer un grado medio de enfermería”, comenta ilusionada. Ahora está comenzando una vida nueva junto a las hermanas en su comunidad. “He tenido suerte, de no conocerlas, no sé si hoy estaría en la calle…”, deja caer.
Cruzar la valla de Melilla
Fadoua, por su parte, natural de Nador, cruzó la frontera de Melilla a los 17 años. “No tengo padre. Soy hija única y mi madre está en Marruecos, porque yo crucé la frontera sola, con Dios. Y lo hice porque quería estudiar y tener una vida. Me ha dolido mucho dejar a mi madre atrás, pero tenía que hacerlo por mi bien. Lo que voy a conseguir para mí también es bueno para ella. Lo hago por las dos”, comienza a contar la joven.
“Un día me levanté y a las 7 de la mañana entré. Desperté a mi madre y le dije: ‘Voy a intentar entrar a Melilla’. Lo hice sin ninguna documentación y me fui directamente a la policía. Les dije que no tenía a nadie y me llevaron a un centro de menores –La gota de leche–, donde pasamos todas las chicas que llegamos a Melilla”, relata. Lo hizo sin sentir ningún miedo. Aunque los temores llegarían después. “En el centro de menores, la fuerza que traía conmigo desapareció”, recuerda.
Estuvo en este recurso un año y tres meses, tiempo en el que pudo estudiar. “Al cumplir los 18 años tuve que irme y buscarme la vida. Fui a la aventura hasta Málaga. Estuve dos semanas en un albergue. Luego apareció la Fundación Málaga Acoge y me enviaron a una casa de acogida, donde estuve un mes. Como pensaba sacarme la ESO en Málaga me fui a otra casa, en la que estuve siete meses mientras estudiaba. Aquí fue donde conocí a Nuria Arias y Nuria Lobo, a las que le conté mi historia y me ofrecieron venir a Madrid”, explica.
Una oportunidad que Fadoua aceptó. “Llevo aquí diez meses. Me puse a hacer un curso de cocina y he podido arreglar los papeles; estoy en buenas manos y ellas siempre han estado cuidándome. Ahora estoy en prácticas en un restaurante, que ya me ha confirmado que me va a contratar. Todo es gracias a ellas. La Congregación de los Sagrados Corazones siempre ha estado conmigo. Sé que puedo ir con los ojos cerrados cuando estoy con ellas porque no me va a pasar nada”, señala Fadoua, que lleva un mes independizada.
Siempre será su casa
“Me ha costado salir. Tanto, que di marcha atrás, pero ellas me dijeron que si ya había dado un paso tan importante, tenía que seguir, aunque esta será siempre mi casa. Una vez más, tienen razón: me está yendo muy bien”.
Ambas religiosas la escuchan con emoción. “Ellas me han enseñado mucho. Lo que soy ahora y lo que he logrado es gracias a ellas. Aquí tengo una madre y una tía. No se puede decir con palabras lo que sentimos las unas por las otras: esto es amor”, afirma. “Esta ha sido mi casa. Mi salón, mi habitación, mi baño. Ellas son mi familia. Cuando hacía el curso de cocina y llegaba a casa de madrugada, una de las hermanas, aunque se levantan temprano para rezar, me esperaba siempre con la cena hecha. Y me acompañaban mientras comía …”, recuerda con lágrimas en los ojos Fadoua, una de las patas de esta familia grande en la que todos caben.
¿Tienes techo y comida? Acoge
El Proyecto TODO de las religiosas de los Sagrados Corazones nace de las preguntas y búsquedas para dar respuesta a las realidades sufrientes que les van llegando. Les duele especialmente ver la vulnerabilidad de las jóvenes migrantes extuteladas, ya que, al cumplir los 18 años, son puestas en la calle, con las consecuencias y peligros que tiene esto para ellas.
Por eso se plantearon responder a esta llamada urgente, y con sencillez, ofrecer techo, comida y calor de hogar. Esto es lo básico que se necesita para acoger. Se ponen en marcha con otras instituciones, y desde ahí se lanzan al Proyecto. Están convencidas que esta manera de comprometerse está abierta a otras Congregaciones, sabiendo que es una manera de respuesta al hoy como Vida Religiosa, por eso invitan a participar y sumarse a él a quienes quieran.
Para las hermanas, esta es una manera de concretar la fraternidad, de apoyar y sostener a las mujeres que lo necesitan hoy, una manera de ser familia en el seno de la Iglesia, una manera de que la Vida Religiosa siga siendo fecunda estando abierta a quien lo necesita.
Más información: coordinadora@ssccreligiosas.es