“Ante esta globalización negativa que es paralizante, la diplomacia está llamada a emprender una tarea de reconstrucción redescubriendo su dimensión profética, determinando la que podríamos llamar utopía del bien, y si es necesario reivindicándola”. (Francisco en el prólogo al libro del cardenal Tarsicio Bertone sobre la diplomacia pontificia, Desafío para el futuro)
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Francisco ha hablado en repetidas ocasiones sobre la utopía del bien y nos muestra en su pensamiento la pertinencia de un pensamiento utópico que es positivo para la sociedad, para que esta tenga una dirección hacia la que dirigir sus pasos intentando una mejora de la comunidad en su conjunto y de todas las personas que la componemos.
Sin embargo, tal y como vimos en la anterior semana, cuando proponemos una manera diferente de organizar la economía, cuando afirmamos que se puede cambiar el paradigma económico para que la economía esté al servicio de las personas escuchamos, con frecuencia, la crítica de que esto es utópico calificando el pensamiento utópico como algo negativo para la sociedad.
Quienes así lo hacen no se dan cuenta de que la organización economicista actual está sustentada sobre un pensamiento utópico. Es decir, no se trata de contraponer un paradigma utópico sobre otro que no lo es, sino que tanto el actual como el que proponemos para cambiar la manera de hacer economía son ambos utópicos. Si alguien tiene dudas sobre si la manera de organizar la economía en la actualidad es o no utópica, voy a dar algunas claves para que entendamos por qué lo es.
Seguir creciendo
La sociedad economicista nos propone un futuro que cree que es perfecto: la consecución de un crecimiento ilimitado, que nos lleva a que podamos tener más que el año anterior y que identifica esto con estar cada vez mejor. Nos encontramos, por tanto, con la característica esencial de cualquier utopía, un objetivo que nos hace estar mejor y que nunca es plenamente alcanzable.
Tenemos una dirección a la que dirigirnos, el crecimiento económico, y todos los años, podemos crecer un poco más. Esto es algo que nunca se alcanza totalmente, un año crecemos y al siguiente podemos hacerlo también. Siempre hay una posible mejora, nunca se acaba la posibilidad de crecer.
Por ello, cuando nos critican porque estamos proponiendo un pensamiento utópico, no tenemos más que demostrar que no estamos contraponiendo un pensamiento utópico frente a otro que no lo es, sino que tan solo estamos hablando de elegir una utopía diferente a la del crecimiento económico. Estamos contraponiendo una utopía que podríamos llamar del bien, frente a otra que no parece serlo.