Masacre de los Palotinos: 45 años sin justicia

El hecho de sangre más grande que sufriera la Iglesia argentina en toda su historia tuvo lugar en la parroquia “San Patricio”, del barrio porteño de Belgrano, en plena dictadura militar

Masacre de los Palotinos: 45 años sin justicia

El próximo 4 de julio se cumplirán 45 años de la masacre de San Patricio en la que fueron asesinados los padres Alfredo Kelly, Alfredo Leaden, Pedro Dufau, y los estudiantes Salvador Barbeito y Emilio Barletti.



A días de cumplirse un nuevo aniversario, la comunidad palotina brindó una rueda de prensa para informar sobre el avance de la causa canónica por martirio que impulsó el entonces cardenal Jorge Bergoglio.

Dialogaron con los periodistas: Francisco Chirichella, vicepostulador de la causa; Rolando Savino, primer testigo de la masacre; Santiago Barassi, miembro de la comunidad de jóvenes laicos palotinos; y padre Juan Sebastián Velasco, de la Sociedad del Apostolado Católico y postulador de la causa. Además, recordaron a cada uno de los religiosos, y escenarios de aquel día.

Quiénes fueron “los 5”

Alfredo Leaden. Nació en 1919, en Buenos Aires. De familia irlandesa, con honda raíz católica. Descubrió su vocación y comenzó su seminario en Irlanda. Completó sus estudios en el Colegio Máximo de los jesuitas, y se ordenó en 1942. Cumplió tareas pastorales en las diferentes casas de la congregación. Fue párroco de San Patricio, lugar donde residió hasta el día que lo mataron.

Los testimonios coinciden en que se trataba de un hombre santo. El cardenal Eduardo Pironio en su carta de condolencias al superior palotino expresó: ‘cómo supe gustar de la bondad del padre Alfredo Leaden’.

Alfie Kelly. Nació en 1933, en Suipacha (Provincia de Buenos Aires). Era el párroco de San Patricio. Hombre de oración y acción, dedicado a la dirección espiritual y a la formación de los jóvenes. Construía comunidad de puertas abiertas, de escucha atenta, de consejo sabio.

En su diario personal del jueves 1 de julio de 1976 escribió sobre una gran experiencia de oración: “durante la mañana me he dado cuenta de la gravedad de la calumnia que estaba circulando acerca de mí, percibí el peligro en el que está mi vida. Lloré mucho, pero lloré suplicando al Señor y mi muerte física será como la de Cristo: un instrumento misterioso. Entrego mi vida, vivo o muerto, al Señor. Me siento feliz de una manera indescriptible. Ojalá que esto sea leído. Servirá para que otros descubran la riqueza del amor de Cristo y se comprometan con él y sus hermanos. No pertenezco ya a mí mismo porque he descubierto a quien estoy obligado a pertenecer”.

Bergoglio expresó en la homilía del 4 de juio del 2001: “Yo soy testigo porque lo acompañé en la dirección espiritual y en la confesión hasta su muerte de lo que era la vida de Alfie Kelly. Solo pensaba en Dios y lo nombro a él porque soy testigo de su corazón. Y en él a todos los demás”.

Los 5 Palotinos

Kelly, Leaden, Dufau, Barbeito y Barletti

Pedro Dufau. Nació en 1908, en Mercedes (Buenos Aires). Huérfano de pequeño, ingresó al colegio congregacional donde descubre su propia vocación. Estudia en Irlanda y Roma, donde es ordenado el 16 de julio de 1933. Se volcó por completo a la vida parroquial, sobre todo con los niños, los jóvenes y las familias. Fundó el colegio San Vicente Palotti, lindero a la parroquia. Su salmo preferido era el 137: “te doy gracias por tu amor y tu lealtad/tu promesa ha superado tu renombre/cada vez que te invoqué me respondiste/y aumentaste la fuerza de mi alma”.

Salvador Barbeito. Nació en 1951. A los 13 años ingresó en el Seminario Menor de la arquidiócesis de Buenos Aires hasta el año 1969. Se tomó un tiempo de discernimiento, y en diciembre de 1975 ingresó a la comunidad palotina. Se destacó por su fe, alegría, entrega y carisma, en especial con los jóvenes. Leal y buen amigo. Murió a los 29 años.

Emilio Barletti. Nació en 1952, en San Antonio de Areco. Antes de ingresar a la Sociedad del Apostolado Católico, cursó Derecho y Ciencias Sociales. Con inquietudes políticas y sociales como expresión del Concilio Vaticano II y de su compromiso evangélico. Falleció a los 23 años.

En primera persona

El testimonio de Rolando Savino fue contundente y estremecedor. Al momento de la masacre se desempeñaba como organista de la parroquia. Tenía solo 14 años.

“Ahora les voy a contar la mañana del 4 de julio. Solían abrir el templo a las 7.30 porque había misa de 8. El padre Leaden solía estar ya a las 7.30 con su breviario rezando frente al Sagrado Corazón. Yo llegué 7.20 ese día. No me extrañó ver el templo cerrado. Esperé. Era una mañana muy fría. Pensé ‘se habrán demorado un poquito’. 

Ya a las 8 menos veinte había algunos feligreses que se acercaban y preguntaban qué pasaba que todo seguía cerrado. ¿Se habrían quedado dormidos? Veía luz en las habitaciones que daban a la calle y eso me tranquilizaba. Solo estarían demorados. Yo conocía el movimiento de la casa, sabía dónde estaban las llaves de la iglesia, del sagrario incluso, y busqué la forma de entrar por una banderola del salón ubicado atrás de la casa. Me ayudaron unas señoras y así hicimos. Aparecí en la casa, con luces prendidas, recuerdo el pasillo central con la perrita ‘Inca’ que me miraba que no me vino a saludar, se quedó lejos. Busqué las llaves del templo y de la casa parroquial, vi la estufa encendida, y seguía pensando ‘solo están demorados’.

Abrí el templo, preparé las cosas para la misa y ya eran pasadas las 8. ‘¿Cómo puede ser?’ Eran muy puntuales. Y ahí me acordé de la estufa de pasillo. ‘¿Se habrán quedado dormidos con un escape de gas?’ Me empecé a asustar. Vuelvo a la casa, entro con la llave e hice palmas y a nombrarlos. Por supuesto, no recibía respuestas. Seguí golpeando las manos, subí las escaleras, iba avisando ‘miren que estoy subiendo’ y repetía los nombres.

Cuando llegué al descanso de la escalera ya vi un desorden descomunal. Todo tirado en el pasillo que unía las habitaciones, escrituras, la puerta —lo aprendí de memoria— que tenía escrito con tiza ‘por nuestros camaradas dinamitados de seguridad federal /venceremos/viva la patria’, insultos en la alfombra, ‘estos curas son de movimiento de tercer mundo’, ‘murieron por pervertir mentes vírgenes’

Estoy soñando

Yo no entendía nada. Estaba totalmente aturdido, mirando el desorden y esas escrituras inentendibles. En el living veo los cuerpos sin vida y ahí dije ‘estoy soñando’. Era una imagen de terror. Y me decía ‘esto no es cierto’. Volvía a mirar y veía lo mismo. Giro, bajo, llego a la puerta de calle, abro y la gente me asalta: ‘¿qué pasa, qué pasa?, estamos preocupados’.

Y yo no podía decir lo que había visto. Le dije a una señora: ‘no sé… me parece que los asaltaron… por qué no me acompañás’. Seguía sin poder creer lo que había visto. Me adelanto. Subo. Entro. Veo la habitación y me dije ‘esto es cierto’. Atajo a la señora y le digo ‘vámonos, los asaltaron, vamos a la comisaría’. Salimos de la casa, la gente nos volvía a preguntar. 

Llegamos a la comisaría 37 de la calle Mendoza, me pregunta el guardia qué quería y le dije ‘tienen que venir a la parroquia San Patricio’. ‘¿Por qué?’ Y yo no podía decir porque estaba la señora conmigo. Insisto, insisto, en un momento entre dientes le hice entender… ‘hay cuerpos’. No sé en qué momento entendió y salieron varios patrulleros para la parroquia, rodearon la manzana. 

Nosotros quedamos caminando, nos decían ‘cuerpo a tierra’, y yo les decía ‘tienen que entrar a la casa’… Veían el templo abierto, les expliqué que fui yo, no querían entrar a la casa, los convencí, los llevé hasta la habitación y ahí el policía se puso nervioso, gritaba, rompía vidrios, decía ‘tomaron la casa’.

Yo me fui a la esquina. Traté de serenarme. Después de un rato un policía se acercó y me dijo que tenía que reconocer los cuerpos y le pedí si podía zafar de eso pero me aseguró que me iban a ayudar ‘nos tenés que decir los nombres’. Volvimos, los dieron vuelta y ahí dije los nombres de mis sacerdotes-maestros y de los seminaristas. Un momento muy muy terrible. Mucho dolor”.

A 45 años

Durante las exposiciones y en respuesta a las preguntas de los periodistas, los participantes compartieron distintas consideraciones.

Francisco Chirichella recordó que era una época muy difícil, marcada por una violencia. “Tres meses antes, el gobierno de facto había suspendido el ejercicio de los derechos cívicos y los democráticos”. Fueron objeto de calumnias y difamaciones, elementos irrefutables de aquella realidad. “Desde la perspectiva de la cruz, este hecho solo puede arrojar fe y esperanza”.

Las causas judiciales y la canónica no han tenido avances significativos en estos últimos años. ”Siendo el hecho de sangre más grande que sufriera en toda su historia la Iglesia argentina” se preguntan ¿por qué la causa judicial no avanza? ¿O por qué la causa canónica por martirio que iniciara el cardenal Bergoglio, a pedido de la congregación palotina, no progresa?.

Santiago Barassi habló en nombre de muchas camadas de palotinos que crecieron sabiendo que el 4 de julio de 1976 era un punto de inflexión en la historia de nuestra comunidad en Argentina, una herida, un mensaje, una misión. “Somos muchos trabajando en este proyecto de comunidad”.

Expresó que el desafío es instalar en la ciudad y los barrios esta historia que merece ser contada, la de los mártires de Buenos Aires. Que la muerte no tiene la última palabra es un mensaje para compartir que tenemos los cristianos”.

Por su lado, el padre Velasco señaló que estuvieron trabajando muy fuerte en la causa hasta la pandemia. “En la comunidad estamos convencidos de un hecho martirial porque hay derramamiento de sangre”. Asimismo, agregó que se presentaron en la causa penal porque también va a echar luz sobre la causa canónica. El ‘para qué’ es el hecho martirial, son testigos de la fe. “Lo que no sabemos es el ‘porqué’”, indicó. Y siguió: ¿Por qué nuestra comunidad fue masacrada de esa manera?… 45 años después, no terminamos de responder”.

 

Agradecimiento: Prensa de la comunidad Palotina en la Argentina
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