Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Tentaciones en el desierto


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Querámoslo o no, probablemente son muy pocos los que se han salvado de experimentar en este último año un desierto espiritual. Y es que casi todos extrañamos con dolor aquellas lluvias de bendiciones que antes nos parecían parte de la normalidad. Anhelamos la seguridad, la confianza frente al otro, las certezas, las proyecciones realistas de corto y mediano plazo, la libertad con su abanico de posibilidades, la salud física y mental, la presencialidad de nuestros vínculos, la diversión, los viajes, la estabilidad laboral, hasta la frescura del rostro sin mascarillas que lo deban ocultar. Nuestro espíritu se ha visto sometido a un estrés acumulativo erosionando nuestras fuerzas como un incendio forestal. La pandemia está poniendo a prueba nuestra fe y secando muchas de las ilusiones que teníamos de la realidad. Los verdes de esperanza iniciales han dado paso a paisajes ocres que nutren con gran dificultad a todos los seres que buscan refugio para su incertidumbre y ansiedad. Si pudiésemos fotografiar nuestro interior probablemente nos veríamos como esas zonas amarillas y cafés de los atlas, donde sabemos que poco o nada puede sobrevivir o al menos sin un gran esfuerzo y dificultad. Mucho calor durante el día, sin ni siquiera sombras para aliviar y una especie de gas manando de las entrañas ya cansadas de pedir agua al cielo para poderse saciar. En las noches un frío invernal; esos que calan los huesos y no encuentras leña para poderte abrigar. Bueno, no es raro en ese contexto que aparezca en pleno nuestra fragilidad y que todas las fieras y animales del arenal nos vengan a envenenar para terminar con nuestra exigua energía y paz.



El desierto: lugar de purificación y verdad

Tal como le sucedió a Jesús después de su bautizo en el Jordán, con toda la alegría de aparecer en “sociedad”, el Espíritu lo llevó al desierto para purificar su misión. En ese hábitat desnudo, solitario, adverso, hostil, carente de vida y lleno de ecos solitarios danzando entre medio de la nada, fue para él y hoy para nosotros, el escenario ideal para reconocer nuestra verdad y reorientar el propósito vital como personas y como humanidad. En el desierto son inútiles los ropajes del mundo, los bienes materiales, los poderes, los likes… No podemos distraernos con nada y debemos enfrentarnos con nuestra precariedad. La inmensidad árida y silente nos parece llena de amenazas y peligros y tentaciones por sortear. Vamos viendo con qué nos podemos encontrar.

Grandes fieras del desierto

Ciertamente, a pesar de su escasa vida, hay algunas fieras que suelen arrancarse a los terrenos desérticos para alimentarse de presas fáciles que extraviaron su caminar o que quedaron atrapadas en un oasis que se secó más rápido que lo que pudieran advertir. Leones, pumas, hienas, zorros y coyotes son sigilosos para seguir y muerden ferozmente a sus víctimas normalmente en la yugular. Nuestro desierto espiritual puede ser “atacado” por fieras como estas que nos causen la muerte o un profundo mal como es la pérdida de la fe, una crisis existencial, el término de una relación muy significativa, una vocación, una pérdida de sentido de vida o de la vida misma, si es mucha la angustia y la soledad. Lamentablemente esta pandemia ha cobrado varias víctimas que no pudieron soportar o defenderse de esta tentación radical. Sin embargo, la inmensa mayoría que está viviendo en el desierto espiritual de la incertidumbre actual, ha sido presa de fieras más pequeñas y aparentemente insignificantes, pero que son tan nocivas a la larga como un mordisco de un jaguar.

Escorpiones o alacranes

Con ellos me gusta representar el propio veneno que nos podemos inyectar cuando nos vemos amenazados o demasiado a la defensiva de los demás. Nos empezamos a decir cosas muy autodestructivas, nos flagelamos el alma con auto desprecio y nos comenzamos a debilitar. Nuestro ego finalmente parece muy astuto y dispuesto a atacar las debilidades de los demás, pero cuando se ve acorralado se clava su propia lanceta matando toda dignidad y confianza en sí mismo y en los demás. Son muchos los que desoyen las circunstancias ambientales y se maltratan desproporcionadamente culpándose de todo lo que hoy está mal. Si no tienen trabajo, si están estresados, si la sobrepasan los hijos pequeños en casa… no es por la objetiva dificultad de lo que estamos viviendo, sino que se culpan y castigan a sí mismos.

Gap

Arañas

Son aquellas personas malvadas pero cobardes que caminan en las sombras, se esconden en los rincones y esperan que bajemos la guardia para enterrar su veneno y matar nuestra dignidad. Debemos estar atentos a ellas, porque se crían en las propias casas, trabajos y donde nos solemos mover en la cotidianeidad. Un buen “insecticida” nos puede ayudar a mantener su toxicidad lejos y no desanimarnos con sus comentarios, whastApp, gestos o su energía densa que nos puede paralizar. Quedarnos “pegados” en sus telarañas es una tentación muy habitual ya que son personas que se revisten de gravedad, conocimiento, seguridad personal, pero no es más que soberbia e inseguridad. Quizás en este tiempo de “desierto” nos sea conveniente detectar quiénes son y fumigar para mantenerlas los más lejos posible de nuestro corazón y podernos preocupar de lo esencial.

Víboras y serpientes

En los desiertos hay muchas de estas alimañas de diferentes colores, tamaños y toxicidad. En los tiempos de desierto espiritual también nos pueden tentar voces internas y/o personas que operan como víboras adulando, seduciendo, arrastrándose con servilismo o docilidad, pero que no son sinceras y sólo quieren el sol y el calor que nosotros le podamos dar. Son tentadores porque sus cascabeles y lenguas son muy hábiles en embriagar el ego, prometiéndonos reconocimientos, gloria y fama. Al igual que todos los animales nombrados suelen huir si las enfrentamos y desenmascaramos su plan adulador y mal intencionado.

Buitres y aves carroñeras

Cuando estamos con hambre de seguridad, estabilidad, “normalidad” somos presas fáciles de los que se quieren aprovechar de nuestra vulnerabilidad. Estafadores, mentirosos, sinvergüenzas, vendedores de “crece pelo”, ilusionistas, charlatanes, demagogos y populistas nos pueden querer tentar con sus promesas, atajos, caminos fáciles y “seguros” para la felicidad. Sin ningún principio ni moral se alimentan de nuestras vísceras ansiosas, estresadas y desesperadas tentándonos a obtener certezas que no son tales. Aquí entran también todos aquellos que dan luces de una realidad en blanco y negro, simplificando las causas de todo lo estamos viviendo y creyéndose dueños de la verdad.

Roedores

Una de las alimañas más asquerosas del desierto espiritual que muchos podemos estar experimentando son aquellos encargados de diseminar todos los males y basuras de la humanidad. Son voces muy tóxicas que nos tientan a creer que no existe gente buena, que ya no hay salida y que el mundo está en un callejón sin salida, podrido y sin posibilidad. Viven en las “alcantarillas” del mundo y por eso son expertos en replicar comentarios, rumores, falsas verdades, mentiras, montajes, complots como si todos fuesen malos y egoístas por naturaleza. Es justamente aquí donde debemos ser muy fuertes para espantarlos y recordar que hay mucho más bien, belleza y bondad en el horizonte que lo que hoy podemos apreciar por el contexto actual.

El fuego de la conciencia como modo de supervivencia

No sabemos cuánto tiempo más estaremos viviendo en incertidumbre o si algún día volveremos a lo que dejamos atrás; lo que sí podemos elegir es cómo transitar por el desierto y cómo resistir las diferentes “tentaciones” expresadas en animales que acabamos de repasar. Escorpiones, arañas, fieras, víboras y roedores le temen profundamente al fuego y es por eso que lo debemos usar siempre que nos veamos seducidos por estas voces de desesperanza y soledad. Es la conciencia de sabernos hijos e hijas de Dios, que no solo de pan vivimos y que, si nos mantenemos fieles al amor hacia nosotros mismos, los demás, la creación y al Señor, saldremos fortalecidos, humildes y más sabios que lo que éramos en el 2020. Despertamos del engaño de la seudo seguridad en que nos creíamos capaces de controlar la vida y garantizar nuestra felicidad. Entramos al desierto y se nos develó nuestra fragilidad y verdad. El demonio, nos quiere dividir, tentar y alejar de Dios/Amor, pero si nos mantenemos fieles ya se alejará y vendrán los ángeles a sanar nuestras heridas y colmar nuestra hambre de paz. Así que a encender nuestras antorchas para que ninguna fiera o alimaña se acerque más. Somos hijos e hijas amadas y nada malo nos va a pasar.