El drama muy actual de las luchas populares democráticas en el Perú evoca ensueños en la memoria. Me lleva al recuerdo de mis años de seminarista en México, en los grandes maestros de la Teología Latinoamericana, en las luchas de los pobres, nuestras conversaciones durante la estadía en Lima, Perú, junto al padre Gustavo Gutiérrez el verano de ‘86, el padre José Marins y los talleres para comunidades eclesiales de base. Me hace pensar también en una memoria más larga, en Nuestra Señora de la Guadalupe portada como enseña por el Padre Hidalgo y los campesinos mexicanos luchando por la libertad; y en la Virgen del Carmen protegiendo el pecho de los campesinos argentinos en el ejército libertador y proclamada ‘La Generala’. Me hace pensar en Chabuca Granda.
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“Déjame que te diga la gloria del ensueño que evoca la memoria… Ahora que aún perfuma el recuerdo… A ver si así despiertas del sueño que entretiene… tus sentimientos”. Con su voz casi entrecortada, cantaba su recuerdo de ‘La Flor de la Canela’ que a su paso estremecía la vereda, el viejo puente, el río y la alameda.
El retrato de la veja ciudad de Lima, pintado por ella para su amigo limeño el doctor Moreno, no era de grandes monumentos, ni de los grandes patricios. Era el recuerdo de Victoria Angulo, una trabajadora negra, al cruzar el viejo puente de palo que marcaba la pobreza.
Historia para recordar
Hay historias que es importante recordar, si es que queremos sembrar de verdad una evangelización que tenga su corazón en el pueblo. Son los recuerdos del ensueño de las luchas de la gente humilde, la gloria que perfuma el recuerdo de las gentes sencillas que muchas veces viven más la fe que los grandes doctores de la ley. Se trata de compartir recuerdos que ayuden a que el pueblo pueda despertar de tantas cosas que nublan y entretienen los sentimientos, que impiden ver las verdades.
Si queremos una Iglesia que se nutra de una conversación constante y liberadora desde las comunidades, hay que contar las historias.
Una de esas historias ocurrió en nuestra ‘Isla de Encanto’, Puerto Rico, en uno de nuestros pueblos de la montaña; Comerío. Allí, en los años sesenta, el grupo de sacerdotes dominicos, dirigidos por el fraile Cirilo Meijers, y el pastor metodista Alberto González se unieron para una gesta pastoral, un cultivo de la espiritualidad comunitaria del pueblo a través de la solidaridad social y la promoción económica autogestionada por el propio pueblo. La historia fue gloriosa, fue un verdadero renacer de la cultura popular, un ensueño que todavía hace sentir su perfume. Si bien fueron perseguidos de manera cruel y expulsados, todavía hoy su ejemplo sigue produciendo frutos. Hoy en Comerío tenemos esfuerzos cooperativos, culturales y hasta se está gestando un proyecto de autogestión agrícola solidaria en la que se promueve y cuida una fuerte participación de jóvenes.
Comerío es apenas una de las historias. Podríamos hablar de las congregaciones nativas como las religiosas dominicas de Fátima, las hermanas del Buen Pastor y las hermanas de Jesús Mediador, hasta las luchas comunitarias impulsadas por el matrimonio de Jimmy Borrero y Yanina Moreno, de la familia Cortijo, anconeros del Río Grande de Loíza, de los grupos populares de lucha ambiental, de Poetas en Marcha, de muchos otros que, como decía Rubén Blades, patria son tantas cosas bellas.
En camino hacia la “Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe”, que se llevará a cabo en México en noviembre próximo, y que durante el mes de agosto se promueve estar en una actitud de “escucha”, vale la pena que dediquemos tiempo en compartir y “escuchar” las historias de gloria de la fe popular en nuestros respectivos países. Esas historias tienen grandes momentos que se sienten como ensueños, así como tristezas y dolor cuando las persecuciones de los intolerantes han convertido los esfuerzos en sacrificios. Pero, sobre todo, son historias que nos hablan sobre la “conversión y la resurrección”, como experiencias cotidianas que anticipan la vida plena del Reino de los Cielos. Escuchar esas historias de “participación y comunión” que han vivido y viven nuestras comunidades es una gestión fundamental para continuar creciendo y animando una Iglesia (toda ella) misionera en salida. Continuaremos contándonos historias…