Tribuna

Aprender a vivir de otra manera

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Nacer de nuevo es un reto siempre pendiente en cualquier persona y posible en la historia de lo humano, pero hay situaciones que lo plantean con una radicalidad total, sin prórroga alguna, sin preparación previa. Imagino que es la situación de muchas personas que en estos tiempos han perdido a seres queridos, en algunos casos por razón de la pandemia, con una rapidez que ha impedido estar preparado para el acontecimiento.



Hacer duelo

Traigo a colación esta reflexión cuando estoy en un lugar de descanso, con familiares, donde la paz y el deseo de la serenidad se hacen más próximos y cercanos. Lo hago al lado de la ría de Punta Umbría, al atardecer, cuando el color del fondo en la ría se hace cálido y consuelo en la donación de un sol en despedida, tras haberlo visto en la mañana altanero y desbordante en una luz cegadora. Me pongo a escribir mi reflexión cuando espero a mi hermano pequeño, él ha perdido a su esposa querida hace unos días, de forma inesperada. Ahora le está tocando hacer duelo, como a muchos otros.

Atardecer Sol Mano

Hoy mismo hablaba yo con una amiga cercana que también despidió a su esposo de cincuenta años en pocos días por  coronavirus, tras navidades, primer verano sin él, está pasando unos días con unos amigos y los hijos de ambos. Recuerdo que al morir su esposo me comentaba que estaba enfadada y me explicaba que no era con Dios, porque ella había ya vivido la muerte de una hermana joven y sabía que había vida tras la muerte de un ser querido, aunque parece que es imposible que la haya cuando sientes el dolor de la pérdida. Le daba rabia de que su esposo no hubiera disfrutado más de la vida con ellos, cómo nos perdemos muchos momentos de nuestro vivir con preocupaciones y agobios que son tan relativos.

Hablábamos un día de la necesidad de rehacerse y reproyectarse como persona. Mi hermano me preguntaba la misma noche de la despedida de su esposa acerca de si él sería capaz de tirar hacia adelante solo. Aunque él es consciente de que tiene a sus hijos queridos, nieta, hermanos… La pregunta era radical en ambos casos porque en la muerte del ser querido, con el que se ha compartido proyecto de vida, muere una manera de vivir, en la que está implicado el sujeto amado y el amante. En el que muere, muere también el que ama, se trata de una dimensión personal que pasa a otra esfera y que ya no es recuperable.

Nacer de nuevo

Ahora toca, nacer de nuevo en el verdadero sentido de la expresión. Ante la muerte del ser querido con el que has proyectado y compartido la vida, acaba el proyecto y aunque se mantengan metas compartidas ahora hay que vivirlas desde uno mismo, de una manera totalmente nueva. Hay que despedir, mi hermano lo está haciendo hasta en el habitáculo compartido, ordenando las cosas de otra manera, desprendiéndose de lo que ya no tiene sentido porque ella no está, reconstruyendo hasta el horario de vida de lo diario.

No querer hacerlo, resistirse es encerrarse y en algún caso hasta enterrarse en vida. No hay mayor fidelidad en la no aceptación, aunque pueda ser una etapa en el duelo, estamos llamados a la vida tras la muerte. Dentro de unos momentos, mi hermano llegará para estar con nosotros, sus otros dos hermanos, compartiremos este momento en este espacio familiar y tranquilo, le ha costado venir a pasar unas jornadas, pero necesitamos hacerlo, porque hemos de estar unidos en este proceso de nacimiento en una situación que se hace nueva. Se trata de estar juntos, escucharnos, compartir, y sobre todo animarle a nacer de nuevo, a renovar su proyecto de vida e ilusionarse, desde el dolor sanado, para comprender que el mejor recuerdo del ser amado es seguir amando y viviendo.

Sabemos que para él hay un interrogante que sólo él puede resolver, pero es muy importante que en el proceso sienta que estamos interconectados y que sigue contando con un entorno de vida y de comunidad que va a estar a su lado, para seguir viviendo, para redescubrir su proyecto de vida en esta nueva etapa de su vida, que no ha elegido pero que la ha de vivir en su singularidad y autenticidad propia. Ella se merece la gloria, seguro que la está teniendo, y él se merece desde el recuerdo amado y agradecido, seguir viviendo y apostando por la vida y sus retos. Acaba de abrazar a una nueva nieta, recién nacida. La tarde me invita a orar compasivamente con todas esas personas que en este verano no les queda más remedio que nacer de nuevo y reinventarse en un proyecto urgente a favor de su propia persona. Estemos muy atentos a los que han perdido el ser querido con el que compartían su proyecto de vida.