¿Cómo se explica al espíritu desde la física cuántica? Bienvenido a la octava entrega. Recuerda que estas líneas están basadas a su vez en las reflexiones sobre “La Resurrección desde la física cuántica”, del padre Manuel Carreira (1931-2020), sacerdote jesuita y astrofísico quien fuera miembro del Observatorio Vaticano.
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Después de todo esto uno no sabe qué decir sobre lo que significa hablar de mi cuerpo. Pero yo diría que significa que es el conjunto material que está adaptado al espíritu y bajo el control del espíritu, de tal manera que en el cambio diario y año tras año del metabolismo de mis órganos, siempre puedo decir que el espíritu es el que da cohesión a toda esta estructura material y, controlándola, la hace ser mi cuerpo.
Ahora bien, hablemos de lo que nos dicen los evangelios de Cristo resucitado. Solamente en el caso de Cristo tenemos una descripción de lo que hace un cuerpo resucitado. ¿Qué nos dice el evangelio? Primeramente entra en el cenáculo donde están los apóstoles sin abrir la puerta: aparece en medio de ellos. ¿Por dónde ha entrado? La respuesta, naturalmente, es que no ha entrado por ningún sitio.
¿Cómo puede hacerse presente si antes no estaba dentro y no ha entrado? La respuesta se puede decir por la física: se puede ir de un sitio a otro sin pasar por el medio. ¿Y dónde estaba antes? La respuesta también puede venir por la física: no tenía que estar en ningún sitio. Porque la materia puede existir sin estar en ningún sitio. Así es, como en el caso del agujero negro.
Precisamente este es uno de los modos de hablar de la Resurrección: el cuerpo deja de estar sujeto a los límites del espacio. Y porque deja de estar sujeto a estos límites no hay que buscarlo con ningún tipo de mapa para ver dónde está cuando no quiere hacerse presente. No tiene que estar en ningún sitio y se hace presente directamente donde quiere, sin pasar por ningún camino intermedio.
Y cuando Cristo desaparece del cenáculo, tampoco pide que le abran la puerta. Desaparece sin más para estar fuera del espacio. No sabemos explicarnos ni imaginar qué es existir fuera del espacio, pero la física me da pie para pensar que esto es una realidad que se da también en el mundo de las partículas. Pero cuando Cristo se hace presente, tiene su cuerpo, ya lo creo que sí. Se le toca, puede comer y come, porque es un cuerpo real y tiene la capacidad de hacer lo que se hace por medio de esas cuatro fuerzas que definen a la materia.
Lo que el evangelio nos dice es que Cristo mismo, dirigiéndose a los apóstoles, les dice: ved que tengo carne y huesos, no soy ningún fantasma. Dice que le toquen. Y cuando todavía no se atreven a creerlo del todo les pide que le den de comer, y con ellos come un trozo de pescado. De modo que es un cuerpo verdadero, sí, con todas las posibilidades de actuar de un cuerpo humano. Luego desaparece y aparece a los discípulos de Emaús y no le reconocen.
¿Por qué? Porque, una vez más, no está sujeto a ninguna ley física que obliga a que tus átomos estén en una distribución determinada. Por tanto, puede tener el aspecto que quiera. No es necesariamente el cuerpo de Cristo el que tiene que tener tales dimensiones en cada uno de sus rasgos. Puede tener su propio cuerpo pero puede controlar completamente cómo se muestra, a quién se muestra y en qué forma se muestra. Si quieren que se lo diga de manera analógica y breve.
Cuando nosotros vivimos en nuestra vida mortal y normal, ¿cómo actúa nuestro espíritu? No actúa con la libertad propia de un espíritu, porque un espíritu no está sujeto a leyes físicas, ni a espacio ni a límites de movimiento ni de tiempo. Dios o un ángel, como espíritus puros, no están sujetos a este cambio espacio temporal propio de la materia. Sin embargo, nuestro espíritu se ve obligado a actuar casi como materia en el sentido de que yo estoy aquí y por mucho que lo piense mi espíritu no va a estar en Miami, está aquí.
Y por mucho que me esfuerce, no puedo actuar sino en un tiempo en el que me cuesta trabajo, esfuerzo y tiempo aprender algo, hacer un raciocinio filosófico o simplemente utilizar la capacidad de razonar en la vida diaria, de absorber la belleza de una poesía, de aprender una ley física… Todo esto me lleva tiempo. Por tanto, mi espíritu está limitado por su unión a la materia y actúa casi a modo de materia, constreñido por los límites de espacio y tiempo.
Esto, que es la realidad de nuestra vida, cambia al revés después de la Resurrección. Entonces es el espíritu el que manda y hace que la materia exista a modo de espíritu, libre de esas ataduras, de esos límites de espacio y tiempo. Este es el único significado lógico que tiene la frase de San Pablo: se siembra un cuerpo material, resucita un cuerpo espiritual. Cuerpo es el sustantivo, el nombre, por tanto, es estructura material.
Pero actúa ya a modo de espíritu. Y porque actúa a modo de espíritu este puede determinar que se haga o no visible en una forma o en otra, en un sitio o en otro, en un momento o en otro. El cuerpo está totalmente subordinado al espíritu. Y como estará fuera del tiempo, no hay desgaste, no hay metabolismo, no hay ningún tipo de necesidad de renovar estructuras ni de conseguir energía con alimentos.
Fuente: P. Manuel Carreira, SJ, “La Resurrección desde la física cuántica“.
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