“Ayer, en Catamarca, Argentina, era beatificado fray Mamerto Esquiú. ¡Al fin un beato argentino!”. Con estas palabras comenzaba su alocución tras el rezo del ángelus de hoy, 5 de septiembre, y recordaba así al nuevo beato –fraile menor franciscano y obispo– de su tierra natal. “Que su ejemplo nos ayude a perseguir siempre la paz y la fraternidad”, ha continuado el Papa.
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Seguidamente, Francisco ha entrado de lleno en un tema de especial preocupación a nivel internacional: la situación de Afganistán y sus refugiados. “En estos momentos en los que vemos a los afganos que buscan refugio, rezo por los más vulnerables de ellos, para que muchos países les acojan y tengan una nueva vida“, ha dicho. “Rezo, además, para que los que se encuentran dentro del país tengan asistencia sanitaria y protección necesaria. Rezo también por los jóvenes afganos, para que tengan acceso a la educación, y para que todos los afganos, sea en su país, en su viaje o en los países de acogida, puedan vivir con dignidad, en paz y fraternidad por los vecinos”.
Asimismo, el Pontífice ha asegurado sus oraciones a los ciudadanos de los Estados Unidos “de las poblaciones que, en los últimos días, han sido golpeadas por un fuerte huracán. Que el Señor acoja las almas de los difuntos y sostenga a aquellos que sufren por esta causa”. Ha recordado también que en los próximos días tendrá lugar el Año Nuevo judío, deseando que “sea rico en frutos de paz para aquellos que caminan fielmente en la ley del Señor”.
La importancia de la escucha
Antes del rezo del ángelus, el Papa ha reflexionado acerca del evangelio de hoy, que la curación de Jesús a un sordomudo. “En el relato, lo que llama la atención es la forma en la que el Señor realiza este signo milagroso”, ha apuntado Francisco, ya que “en otras curaciones de enfermedades igualmente graves, Jesús no hace tantos gestos. ¿Por qué lo hace? Quizás porque la condición de esa persona tiene un significado particular. Ser sordomudo es una enfermedad, y también un símbolo”. Así, ha señalado que “este símbolo tiene algo que decir a todos nosotros. Ese hombre no podía hablar porque no podía oír. Jesús, de hecho, para curar su malestar le pone primero los dedos en los oídos”.
“Todos tenemos oídos, pero muchas veces no escuchamos“, ha afirmado el Papa. “Hermanos y hermanas, hay, de hecho, una sordera interior que hoy podemos pedir a Jesús que sane. Esa sordera interior es peor que la física, porque es la sordera del corazón”. “Atrapados por las prisas, por las cosas que decir y que hacer”, ha continuado, “no encontramos el momento de escuchar a quien nos habla. Corremos el riesgo de volvernos impermeables a todos los que necesitan ser escuchados”.
Por ello, ha animado a los fieles a preguntarse “¿cómo va mi escucha? ¿Me dejo tocar por la vida de las personas? ¿Sé dedicar tiempo a los que tengo cerca?”. Y ha señalado que, si bien esto “vale para todos nosotros”, está dirigido “especialmente a los sacerdotes”. “Un sacerdote debe escuchar a la gente, no ir con prisas, y ver cómo puede ayudar, pero después de haber escuchado. La curación del corazón empieza siempre con la escucha”, ha explicado el Papa.
“Lo mismo ocurre con el Señor”, ha añadido. “Hacemos bien en pedirle, pero haríamos mejor en escucharle. ¿Nos acordamos de escuchar al Señor? Tal vez, entre las miles de palabras que escuchamos cada día, no encontramos momento de escucharle. Y, si no nos detenemos a escuchar a Jesús, pasa de largo”.