“Déjense quemar por el Señor, por su amor, de tal modo que puedan ser incendiarios por donde pasen, con el fuego del amor divino”. Con estas palabras se dirigió el papa Francisco a los misioneros claretianos en su audiencia general de ayer, 9 de septiembre, con motivo del capítulo general que la congregación celebra en Roma.
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Más que una audiencia, el Papa se dirigió a ellos como si estuviera hablando con amigos. De hecho, entre el centenar de representantes de los 3.000 misioneros claretianos repartidos por todo el mundo, se encontraba el cardenal Aquilino Bocos Merino, CMF, a quien Francisco agradeció su presencia. También la de Jolanta Kafka, superiora general de las misioneras claretianas y presidenta de la UISG. “Esta mujer puede ayudar mucho”, recalcó dirigiéndose a todos los presentes.
Desde la Sala Clementina, el Pontífice también felicitó al superior general, Mathew Vattamattam, reelegido por otros seis años o “condenado por segunda vez”, como bromeó Jorge Mario Bergoglio. Con él, al resto de consejeros: “Que les sea leve. Que el Espíritu del Señor esté sobre ustedes en todo momento para que puedan anunciar la Buena Noticia a los pobres y a cuantos están hambrientos de la Palabra que salva”.
“No somos los tarzanes del apostolado”
Durante su alocución, Bergoglio pidió que “el Señor sea su única seguridad”. Pues, “esto les va a permitir ser hombres de esperanza, de la esperanza que no defrauda, de la esperanza que no conoce miedos, porque sabe que es en nuestra fragilidad donde se manifiesta la fuerza de Dios. Si nosotros nunca somos conscientes de la fragilidad y somos los tarzanes del apostolado y los invencibles, nunca se va a poder manifestar la fuerza de Dios”, agregó.
En su lista de peticiones a los claretianos, el Papa incluyó jugársela por los últimos. “No sean pasivos ante los dramas que viven muchos de nuestros contemporáneos, más bien juéguense el tipo en la lucha por la dignidad humana, juéguensela por el respeto por los derechos fundamentales de la persona”, explicó.
Pero, ¿cómo lograrlo? “Déjense tocar por la Palabra de Dios y los signos de los tiempos, y a la luz de la Palabra y los signos de los tiempos relean la propia historia, relean el propio carisma, recordando que la vida consagrada es como el agua, si no corre se pudre. Eso hará de sus vidas una vida con profecía que también hará posible despertar e iluminar a la gente”, señaló.
Por otro lado, el Papa les instó a que “la Palabra y los signos de los tiempos nos sacudan de tanta modorra y de tantos miedos que, si no estamos atentos, nos impiden estar a la altura de los tiempos y las circunstancias que reclaman una vida consagrada audaz, valiente, una vida religiosa libre y a la vez liberadora propiamente desde nuestra propia precariedad”.
“No pierdan el sentido del humor”
Asimismo, y “para que no caigan en eso de esa austeridad seca, no pierdan el sentido del humor, por favor. Sepan reírse en comunidad, sepan hacer chistes, y reírse de los chistes que cuenta el otro, el sentido del humor es una gracia de la alegría y la alegría es una dimensión de la santidad”.
El Pontífice echó mano del tema del capítulo –’Arraigados y audaces’– para invitarles a la oración. “Una vida de oración y contemplación que permita contemplar el Espejo, que es Cristo, para convertirse ustedes mismos en espejo para los demás. ‘Que tengo mucho que hacer, que mucho trabajo’. Mirá, lo primero que tenés que hacer es mirar al que te mandó a trabajar y dejarte mirar por Él”, recalcó.
En el mismo sentido, prosiguió: “Ustedes son misioneros: si quieren que su misión sea verdaderamente fecunda no pueden separar la misión de la contemplación y de una vida de intimidad con el Señor. Si quieren ser testigos no pueden dejar de ser adoradores”.
“Si no mendigo oraciones estoy frito”
Por otra parte, citando las Constituciones y al propio Claret, les pidió que no se dejen intimidar por nada. “Orienten su existencia en base a los valores del Evangelio. Pero nunca utilicen el Evangelio de modo instrumental, como ideología, más bien úsenlo como vademécum, dejándose orientar en todo momento por las opciones del Evangelio”, indicó.
Antes de concluir sus palabras, el Papa hizo un parón en el camino para agradecer a los claretianos la reflexión sobre la Vida Consagrada durante tantos años, que se hace visible, por ejemplo, en el Instituto Teológico de Vida Religiosa. Así, casi les suplicó que rezaran por él. “Por favor, esto sí se los pido en serio, no se olviden de rezar por mí. Porque si no mendigo oraciones estoy frito”.