Estos días me preguntaba por qué los humanos celebramos aniversarios o fechas importantes. A veces son dolorosas como la muerte de un amigo o un familiar o la ruptura de una relación o un proyecto que te cambia la vida. A veces son gozosas como el día que queda sellada públicamente una relación (matrimonio, profesión religiosa u ordenación) o un trabajo o un cambio significativo… Pero en todo caso, hasta los más despistados y olvidadizos guardamos en algún lugar de la memoria un resorte que salta en determinadas fechas. El balance suele ser agridulce, como la vida misma: luces y sombras entremezcladas al mirar hacia atrás y al contemplar cómo vivimos hoy aquel hecho, aquella decisión, aquella despedida.
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Es verdad: hay gente que no celebra aniversarios o fechas especiales. Suelen decir que lo importante es vivir el día a día o que lo que cuenta es lo que cada uno vive por dentro. Es cierto. Pero, como decía Ernst Cassirer, somos “animales simbólicos”. Es decir, no sólo somos “animales con memoria”, que en esto de recordar parece haber otros seres vivos que nos ganan con creces. Nuestra capacidad de recordar es simbólica porque nosotros lo somos. Estamos hechos para vivir con un sentido mayor aquello que ocurre en cada momento. Por eso, tenemos la capacidad de convertir un mero recuerdo en anámnesis, en dinamismo que nos empuja o sostiene para seguir viviendo en una dirección o en otra, según sea el significado que hemos decidido darle.
Tomar decisiones
Sí, ese sentido último que damos a nuestros recuerdos y celebraciones lo hemos decidido nosotros, lo sepamos o no. En gran medida, vivir es tomar decisiones. Algo que a los más indecisos por naturaleza nos encoge las tripas: desde elegir qué vas a comer en un restaurante hasta con quién o cómo apuestas vivir el resto de tu vida en cualquier opción a largo plazo.
No hay celebración de la memoria sin decisiones previas: no recuerdas la muerte de aquellos a los que amas si en su día no decidiste seguir amándolos. No celebras el día que os conocisteis si no hubieras decidido hoy que esa persona continúa siendo el amor de tu vida. Haz la prueba: intenta celebrar algo en lo que no tienes claridad por dentro, en lo que no sabes cómo situarte hoy. Posiblemente, tus ganas de aniversario se desvanezcan por momentos.
Pero eso no invalida lo vivido años atrás ni las decisiones tomadas. Solo te pone sobre aviso y te recuerda que somos animales simbólicos. Y que todo en nosotros se va acumulando como el cauce vivo de un río, nunca como una caja de recortables acabados. Todo en nosotros se entrelaza como un misterioso tapiz de sensaciones, recuerdos, deseos y decisiones, que buscan ser dotadas de significado. Y así, en algún momento, dar la vuelta al entramado y descubrir el paisaje que cada uno va eligiendo tejer con su vida.