José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

La Jornada de las Migraciones en la isla de La Palma


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Está “naciendo la tierra de nuevo”… con dolores de parto. Agua y fuego enfrentados en la verde y bonita isla de La Palma, donde, ante este fenómeno intratable, las previsiones y el acompañamiento se están haciendo muy bien. Enhorabuena a los canarios y a los que con ellos están (estamos). Llorando al ver perder su memoria mientras sigue funcionando bien la solidaridad que esperemos sea permanente y no solo “de huracán” y, por lo tanto, momentánea. Estructural.



Estamos ante un comienzo, pero del que no sabemos el final. Donde habrá mucha tristeza después a la que responderán muy bien los mismos canarios y todos los que saben sacar recursos ante la adversidad sin aflojarse ni apocarse. Somos conscientes de que la naturaleza nos puede muchas veces (¡no lo olvidemos!), pero nosotros podemos atender a las consecuencias de los efectos cuando se desborda.

Domingo Guerra Pérez

Es hora ya de ponerse en pie ante ello. Lo ha remarcado el gran párroco de El Paso, que con 79 años ha vivido los tres terremotos anteriores. Se llama Domingo Guerra Pérez, a quien me emocioné escuchándole. Y más cuando supo poner de ejemplo a los migrantes canarios que tras las anteriores erupciones tuvieron que embarcarse en las “pateras de entonces” (de 15 o 20 metros), con capacidad para 200 migrantes camino de la acogedora Venezuela.

Recordando aquel momento toma ejemplo del trabajo de los habitantes de La Palma en ese país americano y hermano, de sus esfuerzos y ahorros para invertiros en su tierra de origen en España. Esos que construyeron con sudor, privaciones y esfuerzos migratorios, muchas de las casas y fincas que el volcán de ahora está destruyendo.

Se empeña en fortalecer el ánimo y la esperanza de los más sufridos en estos días. Pone en práctica lo que la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado proclama en su lema de este año: ‘Hacia un nosotros cada vez más grande’.

Erupción volcán La Palma

Con un nudo en la garganta, pero impulsado por el ejemplo de los migrantes canarios y por otros muchos hombre y mujeres solidarios, lo único que le da casi más miedo es que el volcán y “todo esto que está pasando no se desinfle; apague las ganas de luchar”. Tenemos que creer más en nosotros –continúa– y no solo esperar en Europa y demás para resolver el reto con nuestro esfuerzo (y con la ayuda agradecida de otros). “Los primeros que tenemos que ser agentes de reconstrucción somos nosotros, los palmeros”. Porque si no la burocracia y demás se lo comerán todo. Los palmeros y las nuevas generaciones, llenos de valor pidiendo fuerza a Dios para luchar por esta Isla Bonita y verde. Para que sea isla también ahora en progreso superando las dificultades. Como dice con gracia: “Nadie nos va a poner los garbanzos en el plato”. Y poniendo nuestro esfuerzo, asumiendo el futuro, ayudados por la solidaridad que venga… Creer en nosotros mismos arriesgando como hicieron nuestros antepasados migrantes que se lanzaron al mar abierto. Con los que volvieron también haciendo futuro con la principal riqueza de esta isla, que no es otra que las personas: “Apreciarnos a nosotros mismos”, insiste, y somos instrumentos de la fuerza de Dios para seguir luchando”. Lo dicho: haciendo verdad el lema de las migraciones, hablando en un nosotros que borre el individualismo feroz que se nos cuela, rompiendo redes solidarias, asociacionismos, tareas en común, multiplicando los panes y los peces que todos colocamos en la bandeja para que solo los tomen unos pocos. Es para “un nosotros”, para una sinodalidad creciente y deseada impidiendo en suma la división de los que optan por los débiles que es como el poder los descarta.

La primera erupción del volcán que el sacerdote vivió en la isla (1949) le dejó solo en el monte. Con 7 años . De noche y desamparado. Sin ninguna luz ni farola, con la única compañía de su propio ganado. Fue lo que le salvó. Porque el ganado no necesita luz para volver a casa. Lo hacia con el instinto y la costumbre que los animales tienen. Así llegó a su casa. Allí le curaron las heridas. Tuvo que caminar muchas veces de rodillas más que a pie.

Bella metáfora de un hombre que toma ejemplo de los emigrantes. Aquellos que, aunque caigan saben vivir de pie. Con dignidad. Uniéndose a todos. ‘Hacia un nosotros cada vez más grande’.