La reciente carta del papa Francisco, enviada al pueblo y gobierno de México con motivo del bicentenario de la independencia mexicana, generó en las autoridades aztecas una sonrisa de satisfacción. La misiva fue saludada como una petición de perdón por parte del Sumo Pontífice a causa de los atropellos perpetrados por los invasores ibéricos durante la Conquista.
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No olvidemos que, desde marzo del 2019, el Presidente mexicano exigió de España y la Iglesia Católica que pidieran perdón a los pueblos originarios por la brutalidad ejercida en contra de esos grupos étnicos. Algo semejante solicitó la esposa del Primer Mandatario en octubre del 2020, durante su visita al Vaticano.
En la mencionada epístola papal sí, se debe reconocer, se pidió perdón. Textualmente dice: “En diversas ocasiones, tanto mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. Pero los aplausos del gobierno mexicano pronto se silenciaron, cuando continuó la lectura del mensaje vaticano el Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor Rogelio Cabrera López: “En esta misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sentimiento”.
La alusión a la guerra cristera es clara. ¿Francisco de Roma está exigiendo que el gobierno mexicano se disculpe por los asesinatos y brutalidad de ese conflicto? No. Porque acota: “Pero no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso de las diferencias…”. Cachetada con guante blanco al actual régimen.
El contenido y el tono no sólo cayó como balde de agua fría en las autoridades mexicanas, sino también en algunos sectores conservadores de España. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se unió a Vox para criticar al papa Francisco por su carta. ¿La habrán leído completa?, parece insinuar Luis Argüello, portavoz de la Conferencia Episcopal Española. El ex presidente del Gobierno Español, José María Aznar, y el líder del Partido Popular, Pablo Casado, se montaron también en esta ola anti-petición-de-perdón.
Me parece que entre las muchas aristas que componen este evento, como la incuestionable riqueza aportada por la llegada ibérica a tierras mexicanas, los claro-oscuros de la evangelización -habría que releer los informes de Fray Bartolomé de las Casas al Emperador Carlos V sobre las atrocidades cometidas por los conquistadores-, las luces y sombras culturales de la Conquista, y el manejo mediático de los actuales líderes políticos de México y España, resplandece el colmillo diplomático vaticano, que armoniza la delicadeza con la firmeza, y se presenta humilde pero digno. Astucia que no muestran los políticos metidos a diplomáticos de uno y otro lado del Atlántico.
Pro-vocación
El cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara, Jalisco, le arruinó la fiesta a Citlalli Amaya, alcaldesa electa de la alcaldía de Tlaquepaque. Resulta que el Tribunal Electoral de ese estado anuló la reciente elección argumentando que el clérigo influyó en los resultados, llamando a no votar por Morena, el partido dominante en México. Queriendo beneficiar al partido opositor terminó dañándolo.