En las lecturas eucarísticas del pasado 28 de septiembre se podía escuchar o leer en el salmo responsorial: “‘Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí’. Se dirá de Sion: ‘Uno por uno, todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado’. El Señor escribirá en el registro de los pueblos: ‘Este ha nacido allí’” (Sal 87 [86],4-6).
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La respuesta al salmo: “Dios está con nosotros”, estaba inspirada en la primera lectura, que se tomaba del profeta Zacarías: “Esto dice el Señor del universo: En aquellos días, diez hombres de lenguas distintas de entre las naciones se agarrarán al manto de un judío, diciendo: ‘Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros’”.
¿Es malo pensar que Dios está con nosotros?
Debo confesar que escuchar ese “Dios está con nosotros” me sobresaltó, porque me vino a la cabeza que ese era precisamente el lema que llevaban grabado en sus hebillas los soldados de la Wehrmacht, las fuerzas armadas de la Alemania nazi de 1939 a 1945 (los SS, en cambio, llevaban en sus cinturones: “Mi honor se llama lealtad”). Según parece, ese lema –Gott mit uns– se empleó ya en el reino de Prusia (1701) y en el Imperio alemán (1871-1918), incluso fue utilizado por el rey sueco Gustavo II Adolfo, en el siglo XVII, aunque los orígenes habría que buscarlos en la época tardía del Imperio romano y el Imperio bizantino.
¿Es malo pensar que Dios está con nosotros? Evidentemente, no: cualquier creyente podrá pensarlo, siempre y cuando lo interprete adecuadamente. Es decir, no como que Dios sanciona todas nuestras conductas, sean cuales sean estas, sino más bien como que Dios nos acompaña siempre. A la convicción de ese acompañamiento divino deberá responder, por parte del creyente, un “nosotros con Dios”, o sea, que nuestras conductas y comportamientos deben adecuarse al designio de Dios.
En todo caso, no conviene echar en saco roto las palabras del Salmo 87 (86), en las que hasta Egipto y Babilonia, tradicionales enemigos de Israel, son contados entre los “elegidos” de Dios y, por tanto, entre los destinatarios del cuidado divino: también Dios está con ellos.