La sinodalidad es el gran carisma de la Iglesia de este siglo XXI. La Iglesia es la humanidad caminando detrás de Cristo y, por eso, la sinodalidad se convierte también en un gran paradigma que convoca a todos los seres humanos, tal como hizo el papa Francisco en ‘Fratelli tutti’.
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¡Hemos sufrido tanto por la falta de sinodalidad! Arbitrariedad, oscurantismo, secretismo, clientelismos, expulsiones de grupos enteros, persecuciones, impunidad, etc. De todo hay y sin control. Y todo aguantado con resignación por la gente que va quedando, después de que cientos de millones de personas se hayan alejado a su pesar. Es lo que nunca menciona la Iglesia cuando habla de la descristianización.
Este gran kairós sobre la sinodalidad que comienza la Iglesia universal es el núcleo de este pontificado y su gran legado. Y esa es la diana de la resistencia contra Francisco y que ya sufrió Pablo VI en su momento. Un sector quiere una Iglesia al servicio del poder o que forme parte de la cultura del poder.
El espíritu sinodal y las reformas que requiere en costumbres y estilos se encuentra inicialmente con serias dificultades para encarnarse. La principal es que el autoritarismo está hondamente arraigado en un sector del clero y también del laicado. Ese presbiterado es clave para “permitir” que las comunidades parroquiales, diocesanas y las organizaciones cristianas sean sinodales.
Jóvenes tradicionalistas
Pero todos somos conscientes de que una parte numerosa de la generación joven de pastores es llamativamente tradicionalista, a deshora con los tiempos sinodales que vivimos. Son resultado de una reacción a la sociedad hiperliberal, pero también ha sido programado por varias décadas de formación monocolor en los seminarios, del control de los nuevos movimientos sobre sus curas y de una teología presbiterial superficial. ¿Qué pastores están preparados para practicar la sinodalidad que viene?