En este número contamos cómo viven religiosas y monjas. O, mejor dicho, de qué viven, cómo responden a las necesidades de la vida diaria y cómo se organizan. Estas cuestiones, –dinero, salarios, trabajo, consumo–, parecen alejadas de lo sagrado.
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Porque las religiosas, y esto es lo que tenemos que aclarar, a diferencia del clero, –sacerdotes, párrocos, obispos y cardenales–, no reciben ningún salario. Cada convento y cada congregación se tiene que apañar para ver cómo subsistir y cada religiosa tiene que hallar la forma de articular la relación entre vida y trabajo con el mundo de la producción y el consumo.
Hemos conocido monasterios que apenas sobreviven con la venta de productos de jardinería y otros que se han convertido en empresas y son regentados por religiosas licenciadas en Economía. Pensiones sociales y salarios regulares. Roles modestos y profesiones cualificadas. Contar la vida de las mujeres consagradas ha sido como navegar por un archipiélago de islas pequeñas y grandes, planas o rocosas golpeadas por el mar. Diferentes perfiles, elecciones y opciones.
Solo para descubrir que, en cualquier caso, esas islas que parecían diferentes tenían la misma naturaleza, el mismo clima, allí nacieron los mismos árboles y fue mecida por el mismo viento. Un mundo aparentemente tan distinto está unido por principios y prácticas comunes y está hecho de una mezcla de caridad y la producción, fe y necesidad de ganarse la vida, sobriedad y gestión, solidaridad y mercado, creatividad y plan de negocio. Un mundo capaz de responder con inteligencia, competencia, flexibilidad e imaginación a las exigencias del trabajo moderno y a los límites impuestos por la globalización y las tecnologías.
Gestionar el propio trabajo
Cuando la pandemia invadió el planeta, todos nos dimos cuenta de que la producción y el consumo exigirían nuevos comportamientos y valores. De que los viejos modelos jerárquicos, exclusivamente mercantiles basados en la competencia y la desigualdad, ya no podían funcionar. ¿Qué hemos de tener en cuenta para construir un mundo nuevo? En este número hacemos algunas propuestas.
El trabajo de las consagradas nos proporciona ejemplos concretos, indicaciones y modelos que pueden exportarse al mundo laico. Como organizarse, esforzarse y gestionar el propio trabajo. Como no dar nada por sentado, sino permanecer con el corazón abierto y alerta. Como ocuparse del prójimo y no aceptar la miseria del cuerpo y del alma, pero sí adoptar la sobriedad como estilo de vida. Como compartir hasta lo poco. Como no rechazar la modernidad. Como confiar en los demás, en la Providencia y en la humanidad ejerciendo la caridad. Lo desarrollamos más adelante.