Uno de los retos más grandes que tienen ante sí los que se lanzan a predicar la fe desde la Doctrina Social de la Iglesia, un Proyecto de Evangelización Social y Comunitaria, es cómo acompañar las luchas por la justicia social y a la vez predicar –o mejor, poner en el práctica– el perdón. Sin eso, la doctrina que proclamamos y la evangelización social que queremos promover sería una “ideología” más, una voz más de reclamo justiciero pero sin trascender la encerrona en la se comienza por clamar por una causa justa y se termina envenenado en la trampa de la ira y la venganza.
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¿Cómo perdonar al agresor, al abusador, al explotador, al que destroza vidas y esperanzas en el altar falso del culto al egoísmo, del dios falso de las riquezas, del demonio de las matanzas mal representadas como si fuesen gestas heroicas? ¿No es acaso perdonar un camino para aceptar sumisos el mal que destruye vidas personales y sociales? ¿Cómo perdonar y a la vez luchar por la justicia?
Si una mujer maltratada por su marido no busca liberarse del abuso, ese maltrato se siembra en los hijos y mina el porvenir de la familia. Si un pueblo no se alza contra la opresión, la esclavitud echa raíces muy profundas, no se cosecha la libertad. Podríamos ir más lejos en esta reflexión y afirmar que hacernos sumisos y cómplices ante las injusticias, lo que siembra es resentimiento. Vivir resentidos es muy mal camino si queremos de verdad perdonar.
Luchar por la justicia
Los propagandistas de las diversas agendas opresoras en los pueblos y naciones, promueven visiones falsificadas de la paz, de la vida en comunidad, de la entrega espiritual a la “providencia” de Dios, del perdón. Esos malvados que usan sus conocimientos para promover la ignorancia, proponen caminos extraviados. A veces dicen que si perdonamos, traicionamos la justicia. En otras ocasiones, dicen que no podemos luchar por la justicia, porque hacerlo es contrario a perdonar. Las dos propuestas son falsas, son engaños.
Luchar contra la esclavitud no es sustituir los esclavos de hoy por los amos de mañana. Luchar por la verdad no es sustituir los engaños viejos por mentiras nuevas. Con hacerme rico, no combato la pobreza. Atesorar las maldades en mi corazón no libera mi espíritu. Combatir al enemigo con el mal, me convierte en mi peor enemigo. Debemos decirle “NO” a esas rutas fáciles y esforzarnos en entrar por las “puertas estrechas” de combatir las tinieblas con la luz, porque es encendiendo llamas de luz como de verdad derrotamos la oscuridad. Es siendo “fermento en la masa” como todo se transforma.
Si liberamos nuestros corazones de los resentimientos y las ansias de venganza, la luz comenzará en nosotros mismos. Nuestros ojos verán más claro y podremos detectar las debilidades reales de las agendas opresoras, que se esconden detrás de las mentiras de la propaganda. Pero, insisto, tenemos que escoger la “puerta estrecha”, tenemos que optar por la ruta del perdón.
Digo que conviene escoger la puerta estrecha porque quiero significar que es importante que los que queremos luchar por la justicia comencemos por reconocer que somos igual de pecadores que esos a los que identificamos como malos. De igual manera, conviene recordar que nuestra fe nos llama a comprometernos con la esperanza del perdón de nuestras deudas, de la misma manera que perdonamos a nuestros deudores. Pero no es solo decirlo, eso resulta fácil. Es ponerlo en práctica-llevarlo a cabo, es el camino difícil, es la puerta estrecha en el camino de nuestras comunidades y naciones. Señor, ayúdanos a ponernos de pie para luchar para el cambio social superando estructuras de pecado y perdonar para sanar en el camino.
Gracias, papa Francisco por luchar y perdonar. Gracias, a ti que no olvidas la “fecundidad original del amor”, como muy bien has dicho.