El calendario litúrgico cada 2 de noviembre marca la festividad de los Fieles Difuntos. Festejo que trasciende el significado religioso y adquiere relevancia en muchas localidades de acuerdo a su cultura y tradiciones. En México, los cementerios por décadas (a excepción de hace un año por restricciones de la pandemia) se han llenado siempre de color, luz, música, comida y flores para nuestros seres queridos.
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Los orígenes prehispánicos del Día de Muertos en México, indican que se trató de una tradición milenaria que permeó a los Aztecas, Mayas, Purepechas, Nahuas y Totonacas. La festividades se prolongaba un mes completo y eran presididas por distintas deidades. Especialmente Mictecacihuatl, conocido como la “Dama de la muerte”. Desde entonces, se organizaban altares y ofrendas que recordaban a quienes ya habían partido de este mundo. Inspirado en esta tradición prehispánica, surgieron varias representaciones culturales. Siendo una de las más reconocidas la impulsada por José Guadalupe Posada ilustrador en principios del porfiriato, creó ‘La Calavera Garbancera’, un dibujo que representaba una crítica social en su época. Esta obra que posteriormente sería popularizada por Diego Rivera como la famosa ‘Catrina’ tenía un mensaje esencia. Sea cuál fuese nuestro estatus, la muerte llegaría tarde o temprano, despojándonos de toda apariencia.
La muerte no es el final
Este último año marcado por la pandemia precisamente la muerte nos llegó en forma de duelo colectivo. Tuvimos muchas inesperadas ausencias, tristemente se cuentan por millones. Detrás de cada muerte, hay una persona, hay una familia, hay tristeza. En México, desde tiempos ancestrales hemos aprendido, mediante distintas expresiones culturales a resignificar las muertes, no sin que éstas dejen de ser dolorosas. Hoy más que nunca, resignificar la muerte a la luz del Evangelio es un retorno al misterio profundo de nuestra fe. Para quienes somos cristianos, la muerte es el paso a lo eterno, cuando el Señor nos llama a ser parte de su Reino en plenitud.
En cada conmemoración anual de los Fieles difuntos, estamos llamados a reflexionar sobre el significado de la vida y de nuestro retorno a la casa del Padre; porque la muerte, aunque biológica y natural para los cristianos no es el último acto de nuestra historia personal, sino el comienzo de una nueva vida, la vida de comunión con Dios. Hoy necesitamos resignificar con esperanza la partida, honrar la memoria de los que ya se nos adelantaron. Y quizá dejarnos sorprender por Jesús que nos ha abierto paso con su propia muerte en la cruz y la resurrección a las puertas de la eternidad.