El uso masivo de tácticas políticas del ultraconservadurismo contra la Iglesia universal es un hecho, y ahora quiere que asociemos las palabras Francisco y guerra. Por el contrario, el Papa no ha hecho sino curar heridas de otras guerras, traer a la comunión a los injustamente excluidos, salvar a los náufragos, ser cuerpos de paz en las periferias, abrir pistas para reintegrar a los dos tercios de católicos del mundo que no practican.
- ?️ El Podcast de Vida Nueva: Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Cientos de millones de personas sienten hoy más paz en una Iglesia que no alza vallas ni arroja piedras, y vuelven a tener ganas de creer. La reconciliación y la cultura del cuidado son caminos a la paz, nos ha recordado.
La paz de Francisco ha llevado a que la Iglesia plante cara ante la más poderosa industria capitalista del mundo, la armamentística (y eso habrá movido fondos y lobbies). La Iglesia, con todo su Sínodo y encabezada por el Pontífice, ha llevado la paz al interior del Amazonas en plena destrucción (y eso contraría, de nuevo, intereses de fortunas gigantes).
Ha abierto entornos de reparación y paz a las víctimas de los predadores sexuales protegidos en la Iglesia. Ha puesto las cuentas del Vaticano en paz, ha unido fraternalmente sus manos al líder islámico Alí al-Sistani, etc.
Jesús pobre
La pax romana se sostuvo sobre la aplastada sumisión que logró imponer el poder imperial. Esa paz romana no es la paz de Francisco, que opta por la escucha del sano pluralismo, el discernimiento espiritual y nos une en la comensalidad eucarística. No es la paz del poder, sino la paz del Jesús pobre. El papa Francisco y los sínodos están pacificando tanto porque no cesan de hablarnos de Cristo. Ahora, con la sinodalidad, se nos está invitando a otro enorme movimiento de gran pacificación interior.