El título del Sínodo 2021 – 2023 nos ofrece un buen punto de partida, que es la expresión ‘Iglesia Sinodal’. No es la realización de un sínodo sobre el sínodo, entendido como algo redundante o meramente organizativo con reglas y pautas a proceder. El objeto es por tanto la Sinodalidad, y que de manera especial la Comisión Teológica Internacional (CTI) recogiendo las enseñanzas de la Escritura y Tradición señala: “La sinodalidad es dimensión constitutiva de la Iglesia, que a través de ella se manifiesta y configura como Pueblo de Dios en camino y asamblea convocada por el Señor resucitado” (n. 42).
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El mismo documento resalta que esta dimensión constitutiva de la Iglesia, se articula en tres planos; por ello la sinodalidad designa un estilo en el que la Iglesia vive y trabaja ordinariamente. Unas estructuras y procesos eclesiales en los que la naturaleza sinodal de la Iglesia se expresa de manera institucional. Por último, designa aquellos acontecimientos sinodales en los que la Iglesia es convocada (cf. CTI n. 70).
A estas diversas articulaciones de la sinodalidad, se entrelazan tres ejes principales que el mismo papa Francisco definió como claves y que a su vez acompañan el título del Sínodo; comunión, participación y misión. Indudablemente es un desafío ejercitarnos en la experiencia de sinodalidad, aun cuando somos conscientes de las multiformes y variadas riquezas de dones y carismas, nuestra realidad sacramental nos lleva a identificarnos como “sujetos activos de evangelización” (Documento Preparatorio para el Sínodo 2021 – 2023 DP n° 12) y precisamente en medio de la Iglesia que es a su vez, “sacramento universal de salvación” (Lumen Gentium, n° 48).
Algunos puntos sugeridos dentro de esta propuesta:
1. Dejar actuar al Espíritu de Dios
La experiencia sinodal tiene como protagonista el Espíritu Santo, bajo su inspiración y guía, se puede caminar juntos. En efecto, el Espíritu es quien guía al pueblo hacia donde Dios quiere, y no hacia donde pudieran llevar los criterios e ideas personales. “El Espíritu ilumina las profundidades siempre nuevas de su Revelación e inspira las decisiones necesarias para sostener el camino de la Iglesia” (cf. Jn 14,25-26; 15,26-27; 16, 12-15) (DP n° 16).
Profundizar y reflexionar de manera eclesial, exige una sinceridad que solamente es consecuencia de la meditación desde el corazón, para ello, dejarse conducir por el Espíritu dador de vida, significa tener siempre una apertura a vivir procesos de conversión de manera personal, y ya estos a su vez repercutiendo en el camino de reflexión sinodal. Quien deja actuar al Espíritu de Dios, es capaz de reconocer sus límites, sus deficiencias y necesidades, su desempeño y compromiso como fiel de cara a la comunidad eclesial y a la misma sociedad. Todo ello, como disponibilidad y apertura, será una gran oportunidad para crecer y dejarse guiar por el mismo Espíritu que permite seguir adelante.
2. Llamado a ser corresponsable
Uno de los aspectos que deben marcar el ritmo de esta experiencia sinodal, es saber que todos somos corresponsables. Los ejes de la sinodalidad concretamente nos recuerdan que estamos llamados a contribuir, pues es una llamada a “vivir la comunión, a realizar la participación y abrirnos a la misión” (DP n° 1).
Ahora bien, para que haya una motivación en la corresponsabilidad de dicha tarea, es importante garantizar un respeto de los derechos subjetivos de las personas en la Iglesia, ofrecer los espacios y oportunidades necesarios en donde la persona experimente que es corresponsable y que esta corresponsabilidad es sincera y leal.
Para nadie es un secreto que en muchos cristianos hay un desinterés de participación, muchos se quedan a la deriva como espectadores, otros se van distanciando y creciendo en la indiferencia, otros sencillamente pierden el entusiasmo. Ante esta realidad tan marcada y visible en la Iglesia, urge ofrecer condiciones y motivaciones, y así participar con pleno derecho en la misión de la Iglesia, pues como establece la Comisión Teológica Internacional, “todos los fieles están habilitados y son llamados para que cada uno ponga al servicio de los demás los respectivos dones recibidos del Espíritu Santo” (n° 67).
3. Escucha y discernimiento
Dentro del Documento Preparatorio para el Sínodo, se nos presenta una serie de núcleos temáticos como puntos a destacar en la vivencia sinodal. En el marco de dicha propuesta, se hace hincapié en la Escucha y discernimiento. Quien participa de viva voz y expresa sus inquietudes, aportes, temores y desafíos lo asume con actitud seria, pues se reconoce como parte del pueblo de Dios y por tanto merece ser escuchado; “Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha (…) Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: cada uno escuchando a los otros; y todos escuchando al Espíritu Santo” (Francisco, Discurso en la Conmemoración del 50 aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos. 17 de octubre de 2015).
Una escucha que busca ser comprendida, reconociendo que es don de Dios, y que a su vez es un momento de creatividad y de búsqueda donde se manifiesta la dimensión fraternal que representa ser Iglesia. En este sentido, el discernimiento tiene diversos ámbitos, uno es el ámbito personal. El bautizado busca siempre discernir a dónde está dirigido su corazón, cuál es la voluntad de Dios, “lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rom 12,2). En la experiencia sinodal un ámbito especial es el comunitario, “se decide por discernimiento, sobre la base de un consenso que nace de la común obediencia al Espíritu” (DP n° 30), y este aspecto fundamental de discernimiento comunitario está al “servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia” (CTI n° 21).
Estas dos dinámicas necesarias en la vida sinodal, requiere y exige de una atención especial. La escucha como ejercicio que se convierte en un arte (cf. Evangelii gaudium n° 171), y el discernimiento como ejercicio que “está en el centro de todos los procesos y acontecimientos sinodales” (CTI n° 113).
Esta propuesta no agota ni pretende limitar ideas que son importantes al momento de vivir la sinodalidad. Busca sencillamente contribuir en este inicio y camino sinodal. Todos partimos de experiencia diversas y realidades concretas, todos somos llamados a interpretar los signos de los tiempos, la realidad presente de la Iglesia. Estamos invitados hacer germinar la semilla del Evangelio en el corazón del creyente y no creyente, y por tanto en el nuestro. Que este camino sinodal nos lleve a reconocer y distinguir la novedad que Dios nos quiere indicar (cf. Francisco, momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal, 9 de octubre de 2021).
Por Pbro. Jean Carlos Medina Poveda. Sacerdote Diócesis de San Cristóbal – Venezuela. Coordinador de la Facultad de Ciencias de la Religión de la Universidad Católica del Táchira y miembro de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos