El libro
El próximo 10 de noviembre, en la ciudad italiana de Asti, se presenta una biografía del misionero salesiano Enrico Pozzoli. Uno libro escrito por Ferruccio Pallavera y publicado por la Libreria Editrice Vaticana (LEV). Un par de días después, el día 12, la presentación será en la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma con el cardenal Luis Antonio Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; el ministro de Defensa italiano, Lorenzo Guerini; y Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos. La gira se completará en la Lombardía el 14 y el 16 de noviembre.
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Pozzoli fue el misionero salesiano que en Buenos Aires en 1936 bautizó a Jorge Mario Bergoglio en la parroquia de María Auxiliadora y San Carlos y siguió su vocación hasta el noviciado jesuita. De hecho, el título de la biografía es algo como ‘Yo hice al Papa cristiano’. Es curioso que, ahora que no queda ningún salesiano en el organigrama de la LEV, se haya impulsado un libro sobre este salesiano del que tan buen recuerdo tiene el papa Francisco.
El prólogo
Bergoglio ha escrito el prólogo de esta biografía. En él dice –tal como han adelantado los medios vaticanos– que a Enrico Pozzoli “acudían todos los que tenían un problema particular, con la certeza de que haría cualquier cosa para ayudar. La gente también acudía al Padre Pozzoli cuando necesitaba consejo”.
Francisco destaca que “el Padre Pozzoli tenía sentido de la realidad. Y cuando ocurría algo inusual, tenía una forma especial de expresarse. Se llevaba la mano a la parte superior de la cabeza y se rascaba con los cinco dedos, diciendo: ‘¡canastos…!’. Este fue su único gesto de impaciencia. Era un hombre de gran sentido común, que demostraba en los numerosos consejos que daba a la gente. Por eso era muy apreciado por todos”, rememora el pontífice que relata como “pasaba horas y horas en el confesionario y con el paso de los años se convirtió en un punto de referencia para todos los salesianos de Buenos Aires y de las comunidades vecinas”.
Pozzoli, confiesa el Papa, acompañó a Bergoglio hasta lo inicios de su vocación como jesuita. Cuando le comentó que tenía la intención de formar parte de la Compañía de Jesús “compartió mi decisión y no me propuso que me uniera a los salesianos”, señala el pontífice. “Siempre respetó mi elección, no era el tipo de sacerdote que hacía prosélitos. Preguntó y me dijo que los jesuitas me recibirían en su seminario en marzo. Esto fue en noviembre. Añadió que no era conveniente que me quedara en casa durante esos cuatro meses. También necesitaba recuperarme físicamente porque la operación a la que me había sometido había sido muy pesada. Así que se dirigió a su superior directo, el inspector salesiano de Buenos Aires, a quien le explicó mi situación”.