La renuncia
“Reconozco que mi comportamiento hacia una señora pudo parecer ambiguo, dejando entender que pudo existir alguna relación íntima, incluso relaciones sexuales: lo rechazo completamente”. Esta es la confesión de Michel Aupetit la semana pasada cuando de forma repentina tuvo que presentar su cese como arzobispo de París, la principal de las diócesis francesas. Una decisión que se precipitó por la presión mediática después de que un amplio reportaje del semanario ‘Le Point’ cuestionara su liderazgo, sus opciones pastores e incluso su vida privada.
- BLACK FRIDAY: suscríbete a la edición en papel de Vida Nueva con un 20% de descuento
- PODCAST: Más posesiones, más exorcistas
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Por lo que a esto último se refiere, destaca un correo electrónico de 2012 en el que de una relación consentida con una mujer adulta. Este mensaje se difundió en el círculo del arzobispo en la primavera de 2020 y todos interpretaron que el mail era un reconocimiento de un auténtico ‘affaire’ que, si bien no tenía nada penalmente reprochable, suponía una potente revelación que iría contra la credibilidad del arzobispo y de la Iglesia en general. Hace un año sus colaboradores cercanos no quedaron satisfechos cuando le plantearon la cuestión a Aupetit y este les dio unas explicaciones muy vagas –siempre según la fuente de ‘Le Point’–. Por eso se pasó recado al nuncio, Celestino Miglione, y este impulsó una investigación coordinada por el cardenal Andrè Vingt-Trois, predecesor, en la sede de Notre Dame, y amigo de Aupetit. También muchos apuntan ahora a a este encuentro las renuncias de sus dos vicarios generales más veteranos, nunca bien esclarecidas del todo.
La investigación no parece espabilar mucho y ahora Aupetit intenta ser más claro que entonces. “No he utilizado la palabra dimisión. Dimisión querría decir que abandono mi puesto. En realidad, pongo en manos del Santo Padre la decisión que corresponda”, explica al diario ‘La Croix’. “No es por lo que debí o no haber hecho en el pasado –de lo contrario me habría ido hace mucho tiempo–, sino para evitar la división, si yo mismo soy fuente de divisiones”, explica en esta entrevista. En su primera declaración del viernes, 26 de noviembre, sí que explicó que aquella mujer “se acercó a mí en numerosas ocasiones a través de visitas, cartas, etc., hasta tal punto que en ocasiones tuve que hacer arreglos para poner las cosas en su sitio” y que Aupetit decidió “no volver a verla”, a pesar de haberle dado en su día ciertas esperanzas o dejar que reinara la “ambigüedad”.
El médico
El perfil de Michel Aupetit no deja de ser interesante, frente al currículo de otros obispos que su vida ha sido pasar de la cuna al seminario y de la cátedra de teología a la catedralicia. Aupetit, hijo de un ferroviario, fue médico de familia en Colombes, en el departamento de Altos del Sena a las afueras de París, desde 1979 hasta que ingresa en el seminario en 1990. Nacido en Versalles en 1951, tras 10 años como sacerdote de la diócesis de París llegó a ser vicario general en 2006, luego en 2013 obispo auxiliar de París y en 2014 titular de Nanterre, cerca de su antiguo consultorio. El 6 de enero de 2018 tomaría posesión en la catedral de Notre Dame como el arzobispo número 141 de París.
A pesar del gesto de la semana pasada de dejar en manos del Papa su futuro, por el momento, Aupetit sigue canónicamente al frente de la archidiócesis parisina. Pero en la investigación periodística de ‘Le Point’, el lío de faldas apenas ocupa dos párrafos, es la gota que colma en vaso en la insatisfacción entre determinados sectores del clero y los fieles de una y otra orilla (ideológica) del Sena.
Si bien es cierto que los sacerdotes del Consejo Presbiteral le apoyaron unánimemente cuando escucharon de su boca sus explicaciones; otros confiesan al semanario su aislamiento y soledad de un obispo lejano y autoritario. Presentan al prelado como camuflado entre sus tres obispos auxiliares y sus dos vicarios generales, –aunque los dos vicarios más apreciados y mediáticos tuvieron que dejar su cargo con un visible resquemor, así como los inmediatos sucesores de estos todo ello en poco más de un año–. Otros miembros de la curia diocesana reconocen algunos gestos públicos de cercanía, pero le presentan como alguien desbordado por el cargo en las distancias cortas y lo dibujan como un solitario personaje que se pasa las tardes aislado en su bonita casa a pocos pasos del palacio de Los Inválidos.
Los momentos más sonados de su actuación, y para algunos de su falta de liderazgo, han sido el cierre del antiguo Centro de Pastoral que surgió en 1975 en torno a la iglesia de Saint Merry, a pocos pasos del Centro Georges Pompidou en el barrio Halles-Beaubourg de París, y que era considerado un referente en la atención social y la creatividad litúrgica; el despido fulminante del director del instituto de Saint-Jean de Passy, centro educativo privado de referencia del conservadurismo católico parisino; o la gestión ante el incendio de Notre Dame. Aunque incluso quienes más critican la “evanescencia” del purpurado coinciden en que le han tocado acontecimientos tan difíciles como el informe de la pederastia, el incendio de la catedral o la pandemia; sin embargo, no ven que Aupetit haya estado a la altura en ninguna de esas grandes cuestiones. Ni siquiera en la más neutra, podríamos decir, que es liderar la reconstrucción de Notre Dame.
París vive en ‘shock’ estos días más allá del juicio mediático y social a su arzobispo, por mucho que sea el pueblo de la igualdad o la fraternidad –el mismo que aplica una extraña guillotina moral con este caso–. Ahora, mientras unos suspiran por que reviva el cardenal Jean-Marie Lustiger otros son más conscientes de la que crisis que vive la Iglesia católica en Francia invita a un tiempo de purificación más intenso.