A veces las situaciones más pequeñas e insignificantes de la cotidianeidad pueden llevarnos a reflexiones hondas que vale la pena comentar. Hace unos días fijé mi atención en el vuelo de las moscas y me sorprendió observar cuántas veces se chocaban de frente y a toda velocidad en los espejos y vidrios al tratar de atravesarlos, sin darse cuenta de su existencia. En cada intento se debilitaban un poco y finalmente atontadas y un poco muertas caían en el suelo al lado de la barrera que no podían cruzar. Divagué entonces en la fuerza del impacto para su pequeña cabecita y me imaginé a mí misma en un pequeño vehículo chocando de frente con un camión en una carretera interestatal, pero en modo rotativo. Uf, inimaginable dimensionar mi estado de salud al final de ese paseo mortal… Esta imagen me hizo pensar en las muchas veces que nosotros nos comportamos bastante parecido a nivel espiritual, volando de frente contra una realidad que nos atonta, nos agota, nos destruye y lo peor de todo, no nos damos cuenta de que está ahí y nos vamos haciendo daño y matándonos como personas y como sociedad.
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Nuestros espejos
¿Cuáles son esos espejos y vidrios con los que nos chocamos a diario y que nos tienen como moscas frente al ventanal? El primero de todos y quizás el más grueso y dañino es el consumismo y el materialismo actual. En especial en estas fechas de fin de año, caemos nuevamente en la ansiedad de tener que comprar y regalar cosas, lo que lleva implícito el gasto, el correr, el estrés y el desvío de las energías en lo que de verdad importa. La austeridad y la sencillez que nos regaló la Navidad en pandemia, fácilmente se olvidó bajo la seducción de miles de vitrinas, virtuales y reales, que nos tientan con juguetes para grandes y chicos. El problema es que, aun sabiendo y habiendo vivido hace tan poco que lo único que nos llena el corazón es el amor compartido, seguimos volando como moscas por los centros comerciales y las ofertas online, empobreciendo el bolsillo y los vínculos en general.
Otro “choque” habitual que nos afecta a todos es el olvidar la vida y su gratuidad. Día a día nos levantamos automáticamente y nos dedicamos a trabajar y a enredarnos la psique con problemas que muchas veces no tienen peso real. Mal entendidos, incomunicaciones, intolerancia a la diversidad, polarizaciones, divisiones en todo orden nos hacen tratarnos mal y hacernos la vida un desagrado, sin ser conscientes de nuestra hermandad. Como moscas torpes vamos al choque contra los que amamos, los vecinos, los colegas, los transeúntes, los que hablan en las redes sociales… Unos a otros nos vamos desgastando y destruyendo, como si fuésemos entes aislados cuando somos interdependientes y una sola unidad. En Chile, al menos, muchos han mutado en moscos molestos y ruidosos, haciendo bulla sin cesar. Chocan y chocan con otros, haciendo daño al bien común y a la comunidad. Peor aún es que muchos los siguen en su “vuelo” y van atontando masas en la división y la intolerancia nacional.
El choque más brutal
La colisión más seria que podemos provocarnos en este vuelo desenfrenado de la humanidad contra realidades que están, pero que no logramos ver, es la evidencia de nuestra fragilidad, vulnerabilidad y la muerte propiamente tal. A pesar de saberlo, todos los días olvidamos que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina y malgastamos los días en cosas que no son servir ni amar. Nos enfrascamos en carreras de éxito, fama, tener, estar jóvenes, hacer una carrera profesional, etc. que son medios para lo anterior, pero nunca el fin de nuestra vida ni su realización final. Así también invertimos mucho de nuestro tiempo en lo que piensan los demás, en culpas y vergüenzas, en miedos y rencores, en vez de estar agradecidos de lo que sí somos y lo que estemos viviendo en la actualidad. Cada día tiene su afán decía el Señor, pero, como moscas lesas y atontadas, nos noqueamos el cerebro en el pasado y el futuro sin detenernos a agradecer lo que hay.
“Daño cerebral”
Recuerdo una película de una historia real donde un doctor descubría el daño permanente que producían los golpes sucesivos en el cerebro la práctica del fútbol americano. Tantas contusiones en la cabeza iban produciendo demencia y trastornos neurológicos. Sé que a las moscas y a sus cerebros post choques nadie las ha investigado, pero quizás a nivel humano y espiritual, esta podría ser una de las explicaciones a tanta infelicidad y problema mental. Muchas veces nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos, con nuestra historia, con los demás en ella, con las cosas, con los lugares y con las circunstancias de la vida, nos hace que vayamos perdiendo capacidades de amar y ser “inteligentes” en el modo de vincularnos. Una y otra vez, generación tras generación, nos vamos chocando con los mismos vidrios aunque cambien de espesor o calidad. Volar hacia la libertad implica reconocer nuestra naturaleza espiritual, saber que no sólo vivimos de pan y que es el amor nuestro alimento principal.
Ojalá que estos últimos días antes de la Navidad, este escrito nos ayude a estar más atentos a no parecer moscas y a ser un poco más “inteligentes” que en otra oportunidad y que, a su vez, le podamos avisar a los de nuestro alrededor que están los “espejos y vidrios” de siempre y que no nos dejemos engañar. Un llamado a ser profetas en vez de moscas y abrir las ventanas de la verdadera existencia y la fraternidad.