En mayo de 2015, el papa Francisco envió una carta a Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador y Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador, por la beatificación de Mons. Oscar Romero, en la que afirma que el Prelado salvadoreño es semilla de reconciliación. Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia, escribió el Papa. Su recuerdo es una constante exhortación a renunciar a la violencia de la espada, la del odio, y vivir “la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”.
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No hizo otra cosa Mons. Romero que hacer un llamado comprometido con el Evangelio y la Iglesia a convertirnos para que Cristo mire nuestra fe y se apiade de nosotros. Su llamado constante fue a la conversión y a la comprensión de que de nada sirven los capitales, la política y el poder si el hombre está desasistido del amor supremo. Hoy, mirando con esperanza al próximo año, traigo a la dinámica social aquella última homilía de su última Navidad entre nosotros.
24 de diciembre de 1979
Reunidos en la Catedral aquel ya lejano 24 de diciembre de 1979, Mons. Romero felicitaba a su pueblo, no solo por ser noche de Navidad, sino por la valentía que los sobrecogía de estar allí, en ese momento, “mientras mucha gente tiene miedo y cierra sus puertas y hasta muchos de nuestros templos se dejan vencer de la psicosis, la Catedral abierta es imagen de una confianza y de una esperanza en el Redentor que nos nace”.
Esa actitud de entrega y de abandono a Dios es lo que significa para Romero la vivencia de lo que debe ser la Navidad. “En medio del mundo y no obstante los peligros, las vicisitudes, las psicosis, los miedos, hay esperanza, hay alegría. Y no es un simple fingir como una valentía sin razón y sin sentido, sino que hay la profundidad de una realidad que anida en el corazón de la Iglesia y que debe ser el motor poderoso de la vida de todo cristiano”. Valentía del pastor y de su rebaño, valentía que viene de lo alto cuando nos hallamos en apertura si reservas a la alegría del Evangelio.
Os anuncio una gran noticia
Aquella homilía giró en torno a tres puntos que él mismo esquematizó de la siguiente manera: el ángel dice a los pastores “os anuncio una gran noticia: os ha nacido un salvador”; dicen los ángeles a los pastores “esta será la señal: lo encontraréis envuelto en pañales sobre un pesebre”; y la multitud de ángeles que baja cantando: “gloria a Dios en los cielos”.
El primero de los puntos resaltados nos recuerda que en Navidad se introduce en la historia un principio de novedad, de renovación, de noticia siempre eterna. El segundo nos ubica antropológicamente frente a un Dios que se envuelve en la miseria humana para brindarle sentido divino al dolor y al sufrimiento. El tercero es la invitación que Cristo viene a hacer a los hombres: “de que el hombre tiene un destino junto a la gloria de Dios y que por eso su vida tiene que ser optimista y nunca debe flaquear”.
Estas ideas las resaltó Monseñor Romero aquella Navidad de 1979 a su pueblo salvadoreño. Palabras que muy bien pueden hacer nido en la realidad de Venezuela, agobiada y maltratada por la ignominia, la ignorancia y la violencia. Sin embargo, así como aquella noche, también hoy debemos recordar que nos nace un Salvador, que nace todos los días y lo hará hasta el final de los tiempos. Un Salvador que espera por nuestra conversión para entrar nuevamente en la historia de los hombres. Paz y Bien
Por Valmore Muñoz Arteaga. Director del Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela