Cada vez que hay una competencia, una elección, un desafío que da un solo ganador, muchos tienen la tentación de ubicarse en el lado de los vencedores o perdedores, sin reconocer la certeza de que el juego nunca termina y que lo importante es seguir jugando. La vida siempre nos sorprende de sobremanera y cualquier cálculo humano sobre los destinos de una empresa, una familia, un proyecto, una nación, quedan absolutamente desdibujados por la realidad que supera toda ficción.
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Es por eso por lo que, la actitud más sabia que debemos tomar frente a un hito, a un gol, a una victoria, a una derrota, a un fracaso, a un cambio radical del recorrido que llevábamos y que conocíamos, es la aceptación de la voluntad de Dios. Esto no significa quietismo ni una resignación chata ni pesimista, sino tener en cuenta que hay una fuerza mayor a la frágil voluntad de humana que conduce la historia. Lo bello de todo esto es que, retrospectivamente y en términos macro con sus matices y ambigüedades, sí podemos observar una creciente complejidad y una mayor conciencia en la necesidad de la fraternidad y la sustentabilidad. A la aceptación sabia de nuestro justo lugar en la conducción de la vida, vendrá la esperanza activa que nos empuja a ser y hacer cada día nuestro mayor esfuerzo personal y comunitario por construir la paz, la justicia y la unidad.
Fluir con los acontecimientos tal cual se dan y aportar en ellos lo mejor de nosotros mismos es una alianza hermosa de gratitud y generosidad existencial, que a su vez nos regala la humildad. Una comunidad, una familia, una empresa, un país, no es responsabilidad de una persona ni tampoco del grupo que lo acompaña, sino de la suma de cada uno de los miembros que los conforman. Esa humildad y responsabilidad compartida es la que hoy debemos tener en cuenta para seguir jugando con los demás con respeto, con apertura, creatividad y sobre todo con la certeza de que el futuro siempre nos depara sorpresas que no podemos siquiera imaginar.
Los jugadores infinitos
Son aquellos que reconocen la alegría de la vida en sí misma, que saben que las cosas de este mundo son intranscendentes y que lo que hoy es titular de noticias, mañana envolverá un pescado. Por lo mismo, no se angustian ni se hiperventilan por los hechos puntuales de la realidad concreta, sino que tienen una visión más en perspectiva, más honda, más reflexiva, más espiritual de los acontecimientos, aportando a los “acalorados” de siempre un tono de prudencia y moderación. Hoy este tipo de personas son escasas. Abundan mucho más los extremos, los que se abanderan en las trincheras y quieren exterminar al enemigo. Ojalá podamos respirar profundo y reconocer en el otro a un hermano/a igual a mí, sólo que con otra historia que lo antecede, lo explica y que es digna de ser conocida y acogida.
Chile y sus juegos
Nadie puede negar que nuestro país ha venido jugando un partido bien inesperado, complejo, interesante, doloroso y constante que ha ido dejando heridos en el camino. Hoy ganadores y vencidos deben seguir jugando, haciendo pases, respetando las reglas del juego, buscando el bien común, los acuerdos posibles, los puntos de encuentro, porque no sabemos qué viene a la vuelta de la página de nuestra historia. Hasta los mejores programas de gobierno se borran con un terremoto, una pandemia, una crisis económica, una tragedia climática, un escándalo de corrupción, un fenómeno mundial, una sequía, un movimiento social… Somos seres en relación y jamás podemos omitir la participación de los demás. Siempre nos afectamos para bien o para mal y ojalá esta vez, aprendamos la lección de que debemos dialogar hasta entendernos sin ceder nunca más a la violencia o a la descalificación del digno rival.