La soledad de la basílica vacía de las últimas ocasiones ha dado paso a una cierta vuelta a la normalidad en lo que a la bendición Urbi et Orbi, la más solemne de cuantas imparten los pontífices, se refiere. El papa Francisco ha vuelto a asomarse al balcón central de la basílica de San Pedro para encontrarse con cuantos fieles se reúnen en la mañana de Navidad en la plaza principal del Vaticano. De hecho, a pesar de la lluvia, 20.000 personas se han congregado en la plaza, según fuentes vaticanas.
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En sintonía con el evangelio del día, el prólogo del evangelio de san Juan, el pontífice ha destacado en su mensaje que “la Palabra de Dios, que ha creado el mundo y da sentido a la historia y al camino del hombre, se hizo carne y vino a habitar entre nosotros”.
La fuerza del diálogo
Dios, destacó Francisco, “apareció como un susurro, como el murmullo de una brisa ligera, para colmar de asombro el corazón de todo hombre y mujer que se abre al misterio”. “El Verbo se hizo carne para dialogar con nosotros. Dios no quiere tener un monólogo, sino un diálogo. Porque Dios mismo, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es diálogo, eterna e infinita comunión de amor y de vida”, prosiguió el Papa.
Y es que el pontífice destacó que “en este tiempo de pandemia” el diálogo es clave: “Se pone a prueba nuestra capacidad de relaciones sociales, se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar. También en el ámbito internacional existe el riesgo de no querer dialogar, el riesgo de que la complejidad de la crisis induzca a elegir atajos, en vez de los caminos más lentos del diálogo; pero son estos, en realidad, los únicos que conducen a la solución de los conflictos y a beneficios compartidos y duraderos”, advirtió el pontífice.
Un mundo sin paz
El nacimiento de Jesús, destacó el Papa, es “fuente de la verdadera paz” aunque “vemos todavía muchos conflictos, crisis y contradicciones. Parece que no terminan nunca y casi pasan desapercibidos. Nos hemos habituado de tal manera que inmensas tragedias ya se pasan por alto; corremos el riesgo de no escuchar los gritos de dolor y desesperación de muchos de nuestros hermanos y hermanas”.
Ante esta indiferencia, el Papa ha repasado algunas de esas situaciones. Bergoglio recordó al “pueblo sirio, que desde hace más de un decenio vive una guerra que ha provocado muchas víctimas y un número incalculable de refugiados” y a “Irak, que después de un largo conflicto todavía tiene dificultad para levantarse”. Pidió escuchra “el grito de los niños que se alza desde Yemen, donde una enorme tragedia, olvidada por todos, se está perpetrando en silencio desde hace años, provocando muertos cada día”.
Francisco ha denunciado “las continuas tensiones entre israelíes y palestinos que se prolongan sin solución, con consecuencias sociales y políticas cada vez mayores”. Belén, recordó, “vive tiempos difíciles, también a causa de las dificultades económicas provocadas por la pandemia, que impide a los peregrinos llegar a Tierra Santa, con efectos negativos en la vida de la población”. También el Líbano “sufre una crisis sin precedentes con condiciones económicas y sociales muy preocupantes”. El Dios que viene “compartió nuestros dramas y rompió el muro de nuestra indiferencia. En el frío de la noche extiende sus pequeños brazos hacia nosotros, está necesitado de todo, pero viene a darnos todo”.
Reconciliación y fraternidad
Haciendo una llamada a la reconciliación y la fraternidad, imploró “paz y concordia a Oriente Medio y al mundo entero”. “Sostén a todos los que están comprometidos en la asistencia humanitaria a las poblaciones que se ven forzadas a huir de su patria; consuela al pueblo afgano, que desde hace más de cuarenta años es duramente probado por conflictos que obligan a muchos a dejar el país”, clamó. Pidió al Señor que ayude “a las autoridades políticas a pacificar las sociedades devastadas por tensiones y conflictos. Sostén al pueblo de Myanmar, donde la intolerancia y la violencia también golpean frecuentemente a la comunidad cristiana y los lugares de culto, y opacan el rostro pacífico de sus gentes”.
“No permitas que se propaguen en Ucrania las metástasis de un conflicto gangrenoso”, continuó el Papa en su oración en la que pidió a Dios: “asiste a Etiopía para que vuelva a encontrar el camino de la reconciliación y la paz a través de un debate sincero, que ponga las exigencias de la población en primer lugar. Escucha el grito de los pueblos de la región del Sáhel, que padecen la violencia del terrorismo internacional. Dirige tu mirada a los pueblos de los países del norte de África que sufren a causa de las divisiones, el desempleo y la desigualdad económica, y alivia los sufrimientos de muchos hermanos y hermanas que sufren por los conflictos internos de Sudán y Sudán del Sur”.
También pidió “que en los corazones de los pueblos del continente americano prevalezcan los valores de la solidaridad, la reconciliación y la pacífica convivencia, a través del diálogo, el respeto recíproco y el reconocimiento de los derechos y los valores culturales de todos los seres humanos”.
Situaciones dramáticas
También elevó su oración de Navidad el Papa para que Dios conforte “a las víctimas de la violencia contra las mujeresque se difunde en este tiempo de pandemia. Ofrece esperanza a los niños y a los adolescentes víctimas de intimidación y de abusos. Da consuelo y afecto a los ancianos, sobre todo a los que se encuentran más solos. Concede serenidad y unidad a las familias, lugar primordial para la educación y base del tejido social”.
Francisco ha pedido por los enfermos y para que Dios inspire “a todas las personas de buena voluntad para que encuentren las soluciones más adecuadas que ayuden a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias”. En concreto, pidió “que los corazones sean generosos, para hacer llegar la asistencia necesaria, especialmente las vacunas, a las poblaciones más pobres”.
Imploró la vuelta a los hogares de “los prisioneros de guerra, civiles y militares, de los conflictos recientes, y quienes están encarcelados por razones políticas”. Recordando su reciente visita a Lesbos, clamó: “No nos dejes indiferentes ante el drama de los emigrantes, de los desplazados y de los refugiados”. Denunció las negligencias en el cuidado de la casa común, desenado que los políticos lleguen “a acuerdos eficaces para que las próximas generaciones puedan vivir en un ambiente respetuoso para la vida”.
“Muchas son las dificultades de nuestro tiempo, pero más fuerte es la esperanza”, clamó al final de su mensaje. Dios en Jesús Niño, ha destacado, “ha querido aprender a hablar, como cada niño, para que aprendiésemos a escuchar a Dios, nuestro Padre, a escucharnos entre nosotros y a dialogar como hermanos y hermanas”. “¡Feliz Navidad a todos!”, concluyó.