Los últimos días del año son una buena ocasión para hacer evaluación de los meses pasados y definir algunos propósitos de mejora para el futuro. Suele venir bien alguna clave de lectura que ayude a la reflexión y, en esta ocasión, la inspiración me ha venido de la película ‘No mires arriba’. Estrenada el pasado 24 de diciembre en Netflix, esta comedia sátira de ciencia ficción sobre el fin del mundo está dando mucho que hablar, especialmente en redes sociales.
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Para no destrozar mucho el argumento a los que no la hayan visto, la idea de fondo es muy parecida al ‘Armageddon’ de Bruce Willis que nos sorprendió en 1998, aunque con unos cuantos elementos importantes que condicionan el punto de partida y, sobre todo, el desenlace final. La película se convierte en un continuo cumplimiento de la ley de Murphy: ‘Si algo malo puede pasar, pasará’. ¿Podría ocurrir que un cometa de grandes dimensiones amenazara con destruir la vida en la tierra? ¿Podría ocurrir que los gobernantes no tomaran en cuenta a los científicos a la hora de tomar decisiones para detenerlo? ¿Podría ocurrir que se privilegiaran decisiones políticas sobre la propia vida de las personas? ¿Podría ocurrir que, incluso en un escenario de catástrofe planetaria se plantearan decisiones movidas por intereses económicos? ¿Podría ser que el poder de los medios de comunicación, manipulados por los poderosos, condicionaran la percepción de la realidad? ¿Podría ser que los criterios científicos quedaran en un segundo plano frente a los intereses políticos y económicos? Son algunas de las preguntas, no todas, que van surgiendo conforme avanza esta película que, a partes iguales, provoca desconcierto, risas, incredulidad y un cierto grado de angustia.
Salvar a la humanidad
El título de la película es la consigna promulgada por aquellos que ponen por encima sus propios intereses frente al bien común que, en este caso, se convierte en algo tan extremo como salvar la humanidad. Y para ello llegan a tergiversar la realidad, niegan la ciencia y manipulan la opinión pública. Cuando se acerca el desenlace final, la evidencia de los hechos cae por su propio peso y toda la maquinaria mediática se desmorona ante la verdad objetiva.
Frente a los escenarios catastróficos que presenta la película, las primeras reflexiones que me surgían iban por la línea de la fragilidad de la vida humana, del poder de la codicia, de la facilidad de la manipulación de la opinión, del fracaso y desencanto de la política, de la cultura de la apariencia. Me venían a la cabeza el racionalismo de Descartes, el empirismo de Hume, el imperativo categórico de Kant, la teoría económico-política de Marx, la voluntad de poder de Nietzsche, el velo de la ignorancia de Rawls y, por asociación de ideas, el texto del libro de los Hechos de los Apóstoles: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,9-11).
La luz de la Navidad
Al final de este año, ¿cuál es mi actitud? ¿Mirar o no mirar arriba? ¿Dejarme llevar o atreverme a pensar? ¿A qué le doy importancia en mi vida? ¿Qué pintan los demás? ¿Qué busco y a qué estoy dispuesto para lograrlo?
Al menos en dos momentos de la película se alude a la oración y, como buen film de catástrofes, Dios aparece frecuentemente, aunque bastante desdibujado. Y resulta especialmente iluminador que, entre el caos de las escenas finales, la familia queda representada como pilar firme en el que refugiarse, confiar y amar. Habiendo celebrado recientemente el domingo de la Sagrada Familia, parecería que su carácter sagrado es capaz de imponerse, incluso, a catástrofes planetarias.
Alguno podrá decir que, a veces, nos vendría bien un cometa destructor para despertar, corregir y reordenar nuestras vidas. Un cometa que elimine aquello que nos impide ver la realidad, las necesidades de los demás y todo aquello que no nos permite avanzar. Personalmente, me quedo con la metáfora de mirar arriba, mirar adelante, desde la verdad, la autenticidad, e iluminados por la luz de la Navidad, que impide ‘quedarnos plantados mirando al cielo’, con la responsabilidad (don y tarea) de encarnar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Al final del año, pregúntate, ¿miramos arriba?