Aunque uno de los temas que más me apasionan es la Renovación Parroquial; sin embargo, soy un aficionado de la Sagrada Escritura, y quisiera compartir con Ustedes, para cerrar este año civil, algunas luces sobre el evangelio de San Lucas que nos pueden ayudar a vivir este año litúrgico de una manera más provechosa.
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Este año toca el ciclo “C”, es decir que en los evangelios que se leen los domingos en la Santa Misa se estará leyendo mayormente el tercer evangelio. Desde los primeros comentarios como el de San Jerónimo, nos podemos dar cuenta de algunos rasgos que dibujan el perfil de su autor, un hombre culto por el manejo elocuente de la lengua griega, su vocabulario más amplio que el de los otros evangelistas y las precisiones al utilizar de forma compuesta los verbos. Pero no solo en sus aportaciones, también al evitar modismos vulgares y escenas un tanto crudas nos habla de su intención y cuidado al redactar su evangelio; sin embargo, conserva el apego a cierta tradición judía, especialmente en las palabras de Jesús, lo que nos dice sobre su fidelidad a la tradición de “lo que había oído” (Lc 1,3).
Los evangelios son el anuncio kerigmático recibido de los apóstoles y por supuesto el tema central es la presentación de Jesús; pero en san Lucas destaca el presentarlo como Profeta, Salvador y Señor. También destaca por la universalidad de la salvación, el espíritu de pobreza, la oración perseverante, la alegría y por supuesto, la misericordia. De hecho es una de las cosas por las que se conoce al tercer evangelio: el evangelio de la misericordia. Resaltan dos parábolas extraordinarias que solo encontramos aquí: El hijo pródigo y El buen samaritano.
El “retratista” de la Virgen María
Uno de los principales elementos cuando preparo una predicación es que el evangelio es ante todo una Buena Noticia, por lo tanto debo transmitirlo como tal. No podría transmitir una buena noticia como regaño, como amenaza o como simulación. Las buenas noticias se deben transmitir como tales. La salvación, la alegría y la vivencia de la misericordia son los pilares principales de esta buena noticia que San Lucas nos transmite. Deberíamos nosotros también vivir en este año estas tres fuerzas como los motores espirituales de nuestro proyecto de vida.
Otra cosa a destacar es el amplio espacio que dedica a la santísima Virgen María. Los dos primeros capítulos nos presentan de modo peculiar a la madre de Jesús, pues el amor y la admiración con la que la describe hicieron creer que fue el “retratista” de la Virgen María, y así se le representa cotidianamente. Y también asombrosa es la participación de la mujer en el ministerio de Jesús, tal vez, iluminado desde esta perspectiva mariana característica de este evangelio.
Podemos dividir esta obra en seis secciones, la primera sería una presentación (1,1-4); la segunda serían los llamados relatos de la infancia de Jesús (1,5-2,52); la tercera sería la preparación a la vida pública (3,1-4,13); la cuarta, el ministerio de Jesús en Galilea (4,14-9,50); la quinta sería el camino a Jerusalén (9,51-19,28); y la última su estancia en Jerusalén (19,29-24,53). Estos bloques nos pueden ayudar mucho al ir meditando las lecturas dominicales, pues nos ubican en un contexto más amplio y en el programa formativo que propone la misma obra.
Sin duda uno de los periodos más intensos en la formación como discípulos de Cristo es la cuaresma, y este año que nos estará guiando San Lucas, debemos aprovechar su enseñanza para intensificar nuestro caminar. El primer domingo de cuaresma, el domingo de las tentaciones (Lc 4,1-13) nos invitará a intensificar nuestro ayuno, algunas tradiciones dejan desde este domingo las carnes para dominar el cuerpo y exaltar el espíritu. El segundo domingo, el domingo de la Transfiguración (Lc 9,28b-36), también llamado en otras tradiciones el domingo del queso porque desde ese día dejan de comer lácteos, nos invitará a hacer una transfiguración propia desde dentro, no solo con cosas externas.
El tercer domingo, el de la higuera (Lc 13,1-9), nos enseña que Dios, en su infinita bondad siempre nos está llamando a la salvación con oportunidad. El cuarto domingo, el del hijo pródigo (Lc 15,1-3.11-32), nos hace el retrato más entrañable de la misericordia de Dios; y finalmente el quinto, el de la mujer adúltera (tomado de San Juan, Jn 8,1-11), nos enseña cómo la misericordia de Dios sobrepasa toda expectativa humana. Sin duda el hilo conductor de esta próxima cuaresma será la misericordia que Dios mismo volverá a invitarnos a vivir y renovar.
La gran Buena Noticia: Dios es misericordia
Ahora que estamos cerrando un ciclo civil con el fin de año, y que nos llenamos de propósitos, uno muy bueno, sería acercarnos más a este evangelio, preparar la lectura del siguiente domingo meditando, orando y escuchando lo que Dios nos dice, para tratar de sacar el mayor provecho posible de las lecturas dominicales. Pero sobre todo, no perdamos de vista la gran Buena Noticia: Dios es misericordia y todo lo que esto implica para nuestra vida y nuestro testimonio.
En concreto, vivir la misericordia es hacernos mas conscientes de nosotros mismos, y desarticular las estructuras de violencia en las que vivimos y que hemos construido, y que mecánicamente nos van metiendo en verdaderas contradicciones entre lo que creemos y vivimos. Termina siendo una especie de negación de nuestra fe. El camino discipular que nos proponen los evangelios se consuma en Cristo resucitado, pero esta realidad no se encarnará en cada uno de nosotros mientras no cambiemos nuestro estilo de vida, de uno violento a uno compasivo y misericordioso.
Podríamos empezar por ser más conscientes del lenguaje que usamos y proponernos usar uno diferente; uno que no esté cargado de culpa, que no avergüence a los demás y sobre todo que no juzgue.
¡Les deseo un año nuevo lleno de amor y de experiencias misericordiosas. Que esté lleno de abundante amor y paz espiritual para seguirnos cuidando todos como hermanos que somos!