Muchas veces nos comportamos tercos y obstinados como Balaan, quizás desconocido para muchos por su nombre, pero muy frecuente como actitud entre nosotros, ya que somos muchos los que nos obstinamos en “porfiarle” a la vida y hacerle la contra al Espíritu Santo, que a todas luces nos quiere llevar por otro camino. Recordar esta antigua historia del Antiguo Testamento, encarnada en 2022, puede ser interesante como reflexión para que no nos crezcan tanto las orejas de burros a todos los tercos de cabeza y/o duros de corazón.
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Un poco de memoria para refrescar… Cuenta el libro de Números, del Pentateuco, en el Antiguo testamento, que Balaan salió una mañana con su burra y se puso a andar. En el camino, un ángel de Dios se le apareció como adversario y, por lo mismo, la burra no quiso continuar y se escapó para el campo. A punta de golpes, su dueño la volvió a encaminar. El pobre animal, al ver de nuevo al ángel armado con su espada de fuego y no queriendo avanzar, apretó una pierna de Balaan contra un cerco para que no avanzara más.
El don de hablar
Este furioso, le volvió a pegar. Obstinado en seguir por el mismo lugar, la burra se le echó encima impidiéndole andar, por lo que el amo la azotó a golpes sin piedad. Fue ahí cuando Dios le dio a la burra la facultad de hablar y esta le increpó que por qué la trataba mal si nunca se había comportado así. Que, si no avanzaba, era solo para protegerlo del enemigo que lo quería acechar. Balaan, arrepentid,o entendió que había desoído todos los signos y que había sido mucho más burro que su burra en realidad.
Dicen que cualquier similitud no es casualidad. No sé si les he compartido con anterioridad, pero ya llevo escritos y publicados como 60 libros desde la universidad. Escribir para mí ha sido una forma de ser y de sanar y, por lo mismo, cada texto que sale de mí genera una suerte de embarazo con todo su gozo y complejidad. El problema es que dar a luz cada uno de estos “niños y niñas” que salen de mis entrañas, acunados por sueños, lágrimas, deseos y un sinfín de flores y colores que aún Dios no ha alcanzado a plasmar, está resultando cada día más difícil, costoso y de poca efectividad.
El complejo mundo editorial
El tema de las editoriales y los libros impresos parece estar quedando reducido a una élite de famosos en best-sellers o renombrados autores, de los cuales no tengo el privilegio de formar. A eso se suma que la gente casi no lee y no le gusta comprar libros en general. Así, cada vez venía sufriendo más con “el cierre” de editoriales, con los presupuestos elevados, con los corazones que quería tocar, alejándome de la dicha infinita de ver la “carita”, perdón, la carátula de cada libro, en las manos de un ávido lector que lo quisiera devorar.
Como Balaan, venía porfiando así ya varios años, buscando alternativas, ediciones ondemand (es decir, hacer pocos libros a pedido), pero la angustia me empezó a doler más que el gozo de la creatividad y la de comunicar “las locuras” que creo Dios me mandó contar. La vida, como la burra del cuento, se me arrancó para el campo, me apretó el bolsillo, se me echó encima y yo, dale, obstinada, queriendo imprimir a la “antigua” para comunicar.
La burra se puso a hablar
En el texto del antiguo Testamento, Dios hizo hablar a un animal para que el duro de cabeza de Balaan entendiera para dónde debía caminar. En mi caso, fue un amigo, que de burro no tiene nada, el que logró ablandarme el corazón apegado a una estructura rígida de creación. Con cariño y paciencia, me hizo soltar la ilusión de un tipo de “libro” para abrirme a otro –el audiolibro en formatos de redes sociales– y ver cómo la voz del Espíritu Santo me quiere conducir en esta segunda mitad de la vida por una senda mucho más amplia, universal y amorosa para la inmensa mayoría de la humanidad ávida de amorosidad, pero sin tiempo ni recursos para comprar un libro ni poderlo procesar.
Mi formación de periodista, mi voz y mi manera entretenida de escribir como hablo, mezcla entre profundidad, sencillez y liviandad, permite que grandes verdades entren a los corazones sin clavar. Eran los ángeles de Dios los que me detenían y yo seguía obstinada en seguir triturando árboles para poder contar lo que me quema el pecho y que no puedo callar.
El Balaan que todos tenemos
Ahora que ya conocen a Balaan y mi propio testimonio de burra terca, quizás es el tiempo de revisarse en qué pueden estar actuando igual. ¿Qué señales de la vida están desoyendo obstinados en hacer su voluntad cuando todo indica que la orientación correcta no va por ahí? Puede ser una relación, un trabajo, un proyecto, un afecto desordenado, una acción que nos daña, un desequilibrio en el que la vida nos porfía “poniéndonos” frenos evidentes, pero nosotros insistimos pegándole azotes para moldearla a nuestra voluntad. Dios nos habla de muchas maneras y es necesario estar atentos antes a que sea demasiado tarde o que el daño que nos hayamos infringido sea mayor al logro o gozo que queríamos conquistar.
¿Una estrategia para entender la voz de Dios? Es muy simple, pero exige obediencia y atención para observar sin sesgos las voces de la realidad. Es la lógica de la puerta abierta o la puerta cerrada. Si, frente a un viaje, por ejemplo, vemos que todos los preparativos van fluyendo fácilmente y los permisos, los PCR o las reservas funcionan bien, es que la vida nos quiere ahí. Si, por el contrario, todo se entrampa y las puertas se cierran una tras otra en nuestras narices, es que la burra de Balaan está viendo algo que nosotros aún no somos capaces de ver y será mejor cambiar de destino o postergar el viaje para otro momento. La vida se trata de hacerle caso a la burra y no convertirnos en una.