“Aquí está un muchacho”: Jóvenes al servicio de la Iglesia


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Dios y los jóvenes

Los desafíos que lo jóvenes encontramos hoy en día para cumplir la vocación a la que estamos llamados en la Iglesia; la santidad y la misión de evangelizar el mundo, son cada vez más diversos, complejos y dinámicos.



Históricamente en el mundo los jóvenes han participado activamente, e incluso liderado, revoluciones, movimientos, luchas, investigaciones, avances científicos, etc, demostrando que las características principales de esta etapa de la vida son la pasión, el optimismo y la sensibilidad sobre aquellos temas que los mueven.

La Palabra de Dios ya nos presenta el importante rol que juegan los jóvenes en la Historia de Salvación, por eso nos encontramos al niño Samuel, el pastorcito David, al joven apóstol Juan o a la joven María de Nazaret. Y el caminar de la Iglesia en estos siglos tampoco deja de regalarnos ejemplos de vida como Francisco de Asís, Domingo Savio, Teresita del Niño Jesús o Juan Diego, quienes recibieron su llamado y comenzaron su misión a temprana edad.

Los ejemplos anteriores y nosotros sabemos que no es fácil cumplir nuestra misión, pues nos vamos encontrando con piedras de toda forma y tamaño en el camino, que algunas veces nos desaniman y otras nos dan impulso para seguir adelante.

El encuentro que nos cambia

El joven por naturaleza está en búsqueda y tratando de comprender el mundo en el que vive, y el ámbito espiritual no está ajeno a esto. Es así que, el primer desafío es sobre nuestra fe. Una vez que experimentamos ese primer encuentro con Jesús, se nos abre una dimensión de nosotros mismos que teníamos latente, y nos sentimos amados, hijos, iglesia. Entonces comienza la búsqueda por conocer más a este Dios que nos habla y conocernos más a nosotros mismos como instrumento.

En esta etapa, una de las causas más comunes de alejamiento se da por no conocer, o hacerlo a medias, las principales verdades de fe y dar cabida a lo que el mundo dice de ellas, generando así incongruencias que no se pueden sostener. Otra causa muy común es por el comportamiento moral de los propios miembros de la Iglesia, que los desanima a buscar nuevos caminos de santidad. Por esto creo que la clave en esta etapa está en la oración personal, la formación en nuestra profesión de fe y el acompañamiento comunitario.

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La influencia del mundo

En un mundo en el que la oferta religiosa y espiritual cada vez es más grande y adaptada a cada persona, es que los jóvenes católicos tenemos que buscar y vivir la vocación particular a la que Dios nos llama. Y como si esto ya no fuera tarea difícil, se suma la presión social por ser de determinada manera o tratar de cumplir lo que los demás quieren de nosotros. Si a lo anterior incluimos la globalización, las redes sociales y que todo lo que viene de antes se califica como retrógrado, vivir la fe cristiana se ha vuelto un desafío en sí mismo: compatibilizar la vivencia de la fe y el cumplimiento los estándares que el mundo pide, es uno de los principales conflictos de los jóvenes hoy en día.

Adicionalmente, en una Iglesia inculturizada, temas como la discriminación, los abusos, la violencia, la marginación, no le son ajenos y forman parte de las grandes heridas de ésta. Y los jóvenes no dejan de ver estas heridas muchas veces como conflictos generacionales, desanimando a buscar conjuntamente soluciones para sanar y santificar. Por otro lado, tal como señala el Sínodo de los Obispos de 2018, la moral sexual constituye uno de los principales reclamos de los jóvenes a la institución eclesial, más allá de que se vivan las enseñanzas de ésta, sienten incomprensión y falta de empatía. En este punto el Papa Francisco ha escuchado, conversado y acompañado las inquietudes, dando importancia a lo que los temas que les interesa y tratando de tender puentes que ayuden a la Iglesia a vivir en comunión.

Hacia un liderazgo joven

Los jóvenes estamos invitados permanentemente a protagonizar la vida de la Iglesia, y hemos demostrado que estamos dispuestos a hacerlo. El Papa Francisco nos recuerda que Jesús vivió su misión y entrega siendo joven, él es nuestro principal modelo, a él seguimos e imitamos. Así es que, como jóvenes líderes debemos ser humildes frente a una Iglesia que nos acompaña y enseña, ser empáticos con un mundo que cambia y nos interpela, y dar un límpido testimonio a nuestros pares que nos necesitan.

Con la humildad de aquel muchacho desconocido, del que no se dice nombre, edad o pueblo, que se acerca a Jesús con cinco panes y dos pescados cuando él llama (Jn. 6, 9), de la misma manera estemos nosotros dispuestos a dar todo lo que somos y tenemos al Salvador.


Por Paola Villa – Exalumna de la Academia de Líderes Católicos de Uruguay