Para lograr resultados en cualquier área de nuestra vida es necesario ser constante, mantener la motivación y ser disciplinados, esto nos permitirá ver resultados satisfactorios; sin embargo, no es nada sencillo permanecer con firmeza dando pasos hacia nuestro objetivo. Muchos son los distractores que nos alejan de la constancia.
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Así sucede en la fe, permanecer constantes en nuestro crecimiento puede llegar a ser un gran reto que requiera de una enorme energía y muchas veces no alcanzarla. La fe requiere de constancia, esfuerzo y hasta de sacrificio. Una gran cantidad de hermanos se desaniman y dejan el camino del amor de Dios, sin afán de criticar, expongo que la debilidad en la constancia debería ser un tema a tomar con gran seriedad.
La constancia es entrega, esperanza y fortaleza para avanzar en el camino del amor de Dios y cualquier distracción afectará directamente el empeño que pongamos y nos alejará de nuestro objetivo. La constancia es la virtud por la cual todas las otras virtudes dan su fruto.
Desde mi humilde opinión, he vivido la constancia como un acto diario de confianza en donde muchas veces me he cansado, porque a veces, los resultados y objetivos no son alcanzados; sin embargo, permanecer aún en contra de todo pronóstico, la constancia ha traído sus resultados.
Creo firmemente que ser constantes en la fe, moldea nuestro ser, emociones y sobre todo, comenzamos a mirar desde los ojos de Jesús. Cuando caemos, la constancia nos permite levantarnos, intentarlo una vez más y retomar el camino. Sin la constancia, sin el ejercicio de practicarla, las caídas son devastadoras. “Así que, hermanos, estén firmes y conserven las doctrinas que les fueron enseñadas, ya de palabra, ya por carta nuestra”. 2 Tesalonicenses 2, 15.
Seamos constantes en la oración
Firmeza y constancia, van de la mano y son la dupla que nos permitirá mantenernos en pie en el camino del amor de Dios. Y en el numeral 2743 del catecismo de la Iglesia católica encontramos: Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros “todos los días” (Mt 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8, 24). Nuestro tiempo está en las manos de Dios.
Seamos constantes en la oración, en la ayuda a nuestro prójimo, en la misericordia hacia nuestros hermanos, en la paciencia para perseverar en el conocimiento y si caemos, que seguro nos sucederá, esto es parte de nuestro barro; busquemos como inspiración la imitación y el ejemplo de Jesús. La constancia es la virtud formal que consiste en obligar más o menos por la fuerza a las pasiones a enderezarse hacia el bien.
Es el arte de controlar nuestros impulsos, algo difícil de conquistar en esta sociedad, ya que lo inmediato y la poca paciencia son elementos que definen a las nuevas generaciones. Compartamos lo valioso que es ejercitar y tener constancia en nuestra vida, sus frutos sin duda llegarán.