Desde hace un año la inflación no ha dejado de crecer en nuestro país. El pasado 11 de Marzo, el Instituto Nacional de Estadística nos sorprendía con una tasa de inflación más alta de lo esperado (el indicador adelantado que habían publicado a finales de febrero nos daba una cifra de inflación inferior) y que no se había visto desde hace 36 años en España, nada más y nada menos.
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Además, no se vislumbra una parada rápida de estas crecidas de precio. Aunque hace un mes algunos economistas pensaban que las rigideces que provocaban las subidas de precio podrían acabar en el verano, la situación de guerra en Ucrania complica mucho la economía mundial, lo que hace que la incertidumbre sobre la duración de estas subidas de precio se incremente.
Ante una inflación que ya nos afecta a todos (el precio de llenar un depósito de gasolina, por ejemplo, ya es prácticamente el doble del que estábamos acostumbrados hace algo más de un año) y que cada vez se va a notar en más grupos de productos, cabe preguntarse si el Banco Central Europeo puede hacer algo. La respuesta es, me temo, que poco puede hacer.
El motivo de esta incapacidad del BCE para detener las subidas de precios es que los instrumentos con los que cuentan afectan sobre todo a los demandantes. Esto es así porque sus posibles medidas están enfocadas a retener la crecida de precios a través de un enfriamiento de las compras. Cerrar el grifo de los préstamos emitiendo menos dinero o subiendo los tipos de interés afecta sobre todo a esto, a la capacidad de demanda de la economía. Esta clase de medidas funcionan relativamente bien cuando las subidas de precios responden a una presión por parte de los compradores que, al demandar más de lo que se ofrece, hacen que los precios se disparen.
Problema con los oferentes
Sin embargo, en estos momentos, la inflación no responde a una presión de los demandantes sino a un problema con los oferentes. La inflación se ha disparado, no porque estemos intentando comprar mucho, sino porque la oferta tiene una serie de rigideces que ha hecho que los precios se disparen y esto se ha dado, sobre todo, en productos que necesitamos para generar energía (el gas y el petróleo) y sabemos que la electricidad y los combustibles son el motor de nuestras economías que se basan, precisamente, en un consumo elevado de energía.
Frenar la demanda limitando los créditos no va a hacer que bajen los precios de los combustibles, con el agravante de que, como estos son necesarios para producir cualquier bien, servicio o experiencia o para transportar los primeros, el crecimiento de sus precios acaba transmitiéndose a los otros y provocan una inflación generalizada. Precisamos, pues, de otras medidas que actúen sobre los verdaderos causantes de la inflación con las que el BCE no cuenta.