Un café, el amanecer, nuestro platillo favorito, una mirada, la vida… un día todo serán recuerdos. Llegará el tiempo en que ya no estaremos y eso nos cuesta mucho trabajo aceptarlo, reconocerlo es algo que duele y que nos inquieta a todos. Saber que la vida se alejará de nosotros, eso sigue siendo un gran misterio y un reto para nuestros pensamientos.
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Todo lo que hemos logrado y forjado, nuestra familia, los afectos, nuestros sueños quedarán inconclusos o para ser más precisos: dejaremos de pertenecer a todo lo que conocemos hasta ahora. Seguramente para encaminarnos a algo distinto, algo que por fe conocemos y que algunos confiamos que sucederá, será algo desconocido.
Todos pasaremos por ese camino, antes o después. La enfermedad, un accidente y cualquier circunstancia que aparezca en nuestras vidas tambaleando la “seguridad” con la que vivimos. Nos enfrenta a la realidad de que dejaremos de existir. Los pequeños detalles que tantos nos agradan y que le dan sentido a nuestra existencia, nuestros afectos, el amor y la sencillez de la vida es lo que extrañaremos y darnos cuenta de eso nos hace experimentar melancolía adelantada, reconocer que no seremos eternos nos duele con profunda anticipación.
Nuestro destino en manos del Creador
Esto nos debería de servir de recuerdo que debemos aprovechar cada momento y cada día de nuestras vidas con la certeza de que jamás se volverá a repetir, que las cosas que dejemos inconclusas quedarán así incompletas para siempre, y lo que dejemos de hacer ahora, simplemente no sucederá después. A nadie nos gustan las despedidas, pero debemos aceptar que un día llegarán, dejar esto que llamamos vida nos enfrenta a nuestra vulnerabilidad y a una realidad inminente, no seremos eternos.
Nadie debería irse nunca; sin embargo, es la promesa de la vida y esto debería servirnos de recuerdo para enmendar, disfrutar y de ser posible vivir cada instante de nuestra existencia a plenitud. Día a día buscar el perdón, día a día descubrir la grandeza de Dios en su creación, día a día con amor verdadero.
Aceptar que ya no estaremos, es el primer paso para acercarnos con sinceridad a Dios y expresarle el miedo que tenemos por dejar lo que hasta ahora conocemos como vida, cuando reconocemos que ese paso tendremos que darlo, dejamos de sufrir y ponemos en manos del Creador nuestro destino, todo es posible para quien cree.
No se trata de vivir pensando siempre en que nos sucederá, más bien, se trata de sensibilizarnos y darnos cuenta que nuestras acciones nos permitirán vivir lo que nos corresponde, ni más ni menos, solo lo que nos corresponde. Eso es de valientes, de almas que aceptan la vida como es, sin aferrarse a nada y soltar en el momento en que se debe soltar, la vida es un constante fluir, avanzar y abandonar. Mientras tengamos la oportunidad en este mundo de vivir, que así sea nuestra actitud, vivir con dignidad cada momento. Amar, perdonar, ayudar. Es ahora, no mañana.