Vivimos centrados en nosotros mismos, nuestros problemas, nuestras circunstancias nos han aislado hasta el punto de pensar que no hay nadie más que yo mismo. Gran parte del resultado que estamos viviendo de esta deshumanización es por centrarnos solo en nosotros, sin percibir nuestro entorno, sin ver lo que está sucediendo a nuestro lado, ignorando porque pensamos: “ese no es mi problema”.
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Hoy más que nunca debemos salir de nosotros, es urgente dejar de ser el centro para sensibilizarnos por lo que está fuera de nosotros. Tal vez se trate de ir contra la corriente, pero no podemos seguir siendo ajenos. En Italia, encontraron muerta a una persona en silla de ruedas, había fallecido dos años atrás, encontraron su cuerpo en estado de momificación y nadie se percató de su ausencia, lo más triste es que nadie se dio cuenta de la vida de esa persona.
El motivo fue que unos árboles en su propiedad estaban a punto de caer y la policía trató de hacer contacto con la dueña de la propiedad y así se enteraron. La misteriosa vida invisible de Marinella detrás del portón cerrado de su casa, nos deja una lección terrible. La gran tristeza no es que no se dieran cuenta de su muerte. Es que no se dieron cuenta de que estaba viva.
Sin duda dejó de ser visible; noticias como ésta llenan los medios de información, lo que realmente sucede es que no vemos a nadie, solo estamos pendientes de nuestro mundo, de lo que nos acontece e interesa, lo demás no tiene ningún valor. Estar alertas y ver nuestro entorno es un acto que requiere alejarnos de nuestro egoísmo y eso, en nuestra sociedad actual parece todo un reto, sufrimos porque se avería nuestra computadora, no sabemos qué hacer si falla el internet, si una red social deja de funcionar, el mundo entero la desacredita.
Incapaces de ver nuestro entorno
Solo lo que nos interesa y nos causa placer es de nuestro interés, pero, cuando se trata de vivir nuestro presente, mirar a nuestro alrededor, ser sensible a nuestros semejantes cercanos o por muy lejos que se encuentren, requiere de un amor enorme. Esta columna no pretende criticar a nadie, así somos y en esto nos hemos convertido como humanidad debido a nuestro ego, pero no podemos seguir por este camino al ignorarnos como seres humanos.
El papa Francisco también comenta una anécdota la cual sucedió en la plaza San Pedro, una persona tirada en el piso, estuvo así por más de nueve horas, sin que nadie se percatara de su existencia. Estamos tan ocupados con nuestras cosas que somos incapaces de ver nuestro entorno ¿Cuántas personas pasaron por ahí? ¿Cuál fue la verdadera razón por la que nadie pudo verle?
Tal vez, la misma por la que pasaron dos años para que se dieran cuenta de la existencia de una persona momificada en su casa. Dejemos de mirar hacia adentro y comencemos a mirar hacia afuera.
“En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta: —Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Jesús replicó: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú? Como respuesta el hombre citó: —‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente’, y: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. —Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás”. Lucas 10, 25-28