Francisco corona a los migrantes como “patrimonio de la humanidad”

El Papa cierra su viaje a Malta encontrándose con los supervivientes de las pateras procedentes de África y Asia

Francisco corona a los migrantes como “patrimonio de la humanidad”

El último acto de su visita al archipiélago maltés de este fin de semana, Francisco ha querido celebrarlo en compañía de decenas de jóvenes emigrantes y refugiados que han huido de la guerra, la violencia y la pobreza.

Para ello, se ha desplazado hasta el Laboratorio de la Paz Juan XXIII, una ONG fundada en 1971 por el franciscano Dionysius Mintoff. Sus amplias instalaciones se encuentran en Hal Far, un antiguo aeropuerto, escenario  de muy intensos combates durante la segunda Guerra Mundial. Desde hace años es un centro de acogida de emigrantes provenientes sobre todo de países africanos, pero también de Bangladesh, Pakistán e Irán.



Antes del discurso papal, intervinieron los africanos Daniel Jude Oukeguale y  Siriman Coulibaly. El primero ha contado hasta los más mínimos detalles su calvario -torturas, abusos, naufragios…-, mientras que el segundo destacó que su sueño, como el de tantos otros, es la libertad “que se llama también democracia”.

Naufragio de todos

Retomando ambas experiencias, Bergoglio reflexionó: “El naufragio es una experiencia que gran cantidad de hombres, mujeres y niños han vivido durante estos años en el Mediterráneo. Y lamentablemente para muchos de ellos ha sido trágica”. A partir de ahí, apuntó que “hay otro naufragio que tiene lugar mientras trascurren estos hechos. Es el naufragio de la civilización, que amenaza no solo a los refugiados sino a todos nosotros”.

“¿Cómo salvarnos de ese naufragio?”, se preguntó el pontífice: “Comportándonos con humanidad, mirando a las personas no como números sino como lo que son, es decir, rostros, historias, sencillamente hombres, mujeres, hermanos y hermanas”.

Valores humanos

Francisco también formuló su “sueño” particular. “Considero muy importante –aseguró- que en el mundo de hoy los migrantes se conviertan en testigos de los valores humanos esenciales para una vida digna y fraternal. Son valores que ustedes llevan dentro, que pertenecen a sus raíces”.

Y remató: “Una vez que la herida del desarraigo haya cicatrizado, ustedes puedan hacer emerger esa riqueza que llevan dentro, un patrimonio de humanidad muy valioso y ponerla a disposición de la comunidad en la que han sido acogidos y en los ambientes donde se integran”.

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