El cardenal claretiano Aquilino Bocos no tiene dudas de que “una vida consagrada que vive con hondura y densidad sus relaciones es siempre innovadora y transformadora porque lleva dentro la fuerza motora de la caridad”. Fue una de las propuestas que lanzó esta mañana en la ponencia de apertura de la 51ª Semana Nacional de Vida Consagrada, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa.
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Al auditorio del Amor de Dios de Madrid, pero también a los más de 2.000 conectados online a estas jornadas, Bocos les recordó que “cuanto más alarguemos las relaciones en nuestra vida consagrada mejor, pues estamos llamados a superar los límites geográficos, de género, de lenguas, de culturas, de religiones y de modo de pensar, y ser testigos y artífices de comunión en el Pueblo de Dios”. “Las buenas relaciones son signo de que Jesús ha resucitado, nos ofrece nueva vida y nos hace instrumentos de su paz”, añadió.
Credibilidad en juego
Para Bocos, “está en juego la credibilidad de nuestra vida fraterna y de nuestro servicio evangelizador. Se nos pide, pues, discernimiento y calidad. Es la mejor forma de apuntalar nuestra identidad, pertenencia y disponibilidad”.
Y lo hizo, desde “la convicción de que la vida consagrada es un don del Espíritu a su Iglesia y de que ejerce en el mundo una particular misión profética y escatológica”. “No es un proyecto humano que pueda valorarse únicamente por el número, las edades, las obras, el prestigio o el poder”, subrayó, con la conciencia de que “también nosotros causamos y padecemos desencantos, conflictos y rupturas”.
Signo de fraternidad
El iniciador de estas Semanas de la Vida Consagrada ahondó en la idea de que “nuestra vida consagrada es confesión de la Trinidad, signo de fraternidad y servicio de caridad”. “Tres dimensiones exponentes de nuestras más profundas y fecundas relaciones, entrelazadas entre sí, y que expresan nuestra mejor contribución a la Iglesia en estos momentos en que se afana por hacer operativa su sinodalidad”, apostilló.
De esta manera, presentó los votos religiosos como “otra expresión relacional de nuestra consagración y servicio, no son simples renuncias, sino generosa entrega”. “Los vivimos desde la libertad que supera todo obstáculo para amar sin límites y ofrecer el testimonio de que el mundo no puede ser transfigurado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas”, valoró.
Una nueva luz
Bocos tumbó la idea de “quienes dicen que la vida consagrada se halla en el ocaso o en el crepúsculo y acentúan los rasgos negativos, dando paso al pesimismo y al desaliento”. “El ocaso no es el fin, ni la extinción, ni el acabamiento”, matizó el religioso, que invitó a los presentes a ir más allá: “Somos nosotros los que tenemos que girar para dejarnos bañar por una nueva luz y hacernos trasparentes”.
“Asumamos las diversas crisis, que, por cierto, las más graves no son las numéricas, sino las de sentido, pertenencia y fecundidad apostólica”, apuntó el purpurado que planteó la necesidad de “hacer un chequeo a fondo de nuestras relaciones y vínculos con Dios, con la naturaleza, con los hombres y mujeres de nuestro tiempo y en nuestras comunidades cristianas y religiosas”. “Hemos de acabar con las vidas adosadas o el miedo a los semejantes”, sentenció.
Alertas eclesiales
Bocos se mostró preocupado por el hecho de que en algunos ámbitos eclesiales “se aboga por una vida cristiana sin mediaciones y sin sacramentos”. “Y entre los consagrados no falta quien postula una vida sin instituciones, sin tradición, sin estructuras y sin responsables de gobierno”, dejó caer, sobre una dinámica de contrarios y “una atmósfera de liquidez que deteriora nuestra identidad, convivencia y compromiso evangelizador”.
Frente a ellos, Bocos instó a los consagrados a “discernir, purificar y ensanchar las relaciones y vínculos que sostienen y alimentan la armonía, la convivencia y la paz”. “Si han sido insistentes y potentes en el magisterio de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Papa Francisco se ha mostrado auténtico apóstol fomentando las relaciones con Dios, entre los hombres y con todo lo creado”, sentenció.
La revolución Bergoglio
Así, defendió a Jorge Mario Bergoglio como “auténtico impulsor de la revolución de la ternura y de la misericordia” y el “gran animador” de la “espiritualidad del nosotros” y de “la mística del vivir juntos”. “El magisterio del Papa Francisco es como un manual de relaciones y vinculaciones”, incidió repasando sus diferentes exhortaciones y encíclicas.
A partir de ahí, propuso conjugar con la vida los verbos que atraviesan el pontificado de Francisco, como eje fundamental para trabajar las relaciones: “abrirse, salir de sí, vencer miedos, conectar, acoger, comprender, comunicar, intercambiar, reconciliarnos, perdonar, coser rupturas, sanar enfermedades, mirar juntos hacia el interior, hacia adelante y hacia arriba”. “Y, lo que es más importante, adorar el Misterio y amar”, concluyó.