Desconfinando al Resucitado en Tierra Santa

Desconfinando al Resucitado en Tierra Santa

Tras más de año y medio, en noviembre de 2021 comenzaron a llegar peregrinos de todo el mundo, aunque tímidamente. La pandemia frenó en seco las peregrinaciones en marzo de 2020 y no han vuelto a un buen ritmo hasta esta Semana Santa, que Israel ya ha abierto sus puertas tras conseguir frenar las últimas oleadas de contagios de COVID-19.



En un reciente viaje para periodistas, Vida Nueva –invitado por el Ministerio de Turismo de Israel– ha sido testigo de cómo los cristianos vuelven a Jesús, regresan a su tierra y, en definitiva, desconfinan al Resucitado volviendo a escuchar el característico ‘ven y sígueme’.

“¡Cuánto tiempo sin vernos, ¿qué ha hecho en estos meses?”, pregunta una guía a la religiosa franciscana María Columbia, siempre en la puerta de la capilla del Monte de las Bienaventuranzas –obra del arquitecto italiano Antonio Barluzzi (1920-1960)–, donde vende rosarios y estampitas. La respuesta en arameo de la religiosa iraquí es sencilla: “Rezar… rezar mucho”.

No han sido tiempos fáciles para nadie, tampoco en Tierra Santa, donde se ha echado en falta a los tres millones de peregrinos que cada año visitan Israel (en torno a 50.000 españoles en peregrinaciones organizadas por parroquias o movimientos, en su mayoría). Allí, los franciscanos han vivido un doble confinamiento. Los custodios de los Santos Lugares han dedicado este tiempo a rezar, en comunión con la Iglesia universal. Así lo apunta fray Marcelo Ariel Cichinelli, coordinador de los Comisarios de Tierra Santa y discreto de la Custodia de Tierra Santa para el grupo español-portugués.

Un golpe a la línea de flotación

En conversación con esta revista en el monasterio de San Salvador, donde viven alrededor de 80 frailes, el religioso argentino comparte cómo han vivido, al igual que todos, la incertidumbre. “Se hace duro no poder acompañar a los peregrinos, pero hemos estado cerca de la gente local, y hemos tenido la suerte de no tener que lamentar ningún fallecimiento, pese al elevado número de frailes que tenemos en este monasterio. No obstante, sí hemos visto cómo muchos otros hermanos se morían en otros puntos de Tierra Santa, como en Siria, donde fallecieron 32”, rememora.

Pese a los momentos de dificultad, el fraile argentino confiesa que nunca se preguntó ‘Señor, ¿dónde estás?’. “Al contrario, sabíamos que estaba cerca porque nos sentíamos protegidos. Hemos vivido una fuerte experiencia de Dios en medio del miedo evidente”, señala. Los franciscanos sienten que la Iglesia les “sigue sosteniendo”, tanto espiritual como económicamente. De hecho, este Viernes Santo, con la colecta por Tierra Santa han vuelto a comprobarlo, aunque “es patente la crisis de las parroquias en todo el mundo, pero la providencia nos sigue sosteniendo”.

La realidad es que los Santos Lugares se autosostienen gracias a los peregrinos e incluso estas aportaciones llegan para impulsar también las pocas escuelas de los franciscanos. Por eso, la falta de peregrinos ha supuesto un golpe a la línea de flotación de los Santos Lugares. No obstante, “la supervivencia no está en peligro, ya hemos superado otras crisis”, recalca Cichinelli.

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Tampoco está en riesgo la presencia cristiana, que actualmente se sitúa en un 2% en Israel. “Tengamos en cuenta que Tierra Santa también es Líbano, Egipto o Siria”, apunta. Y, “aunque la pandemia también ha empobrecido a muchas familias cristianas, aquí siempre va a permanecer una presencia del pueblo de Cristo”.

Durante la charla, el fraile argentino recuerda con emoción al primer grupo que acompañó tras reabrirse el país. Precisamente, español. “Fue un momento de gran emoción tras casi dos años sin ver peregrinos aquí. La realidad es que se recupera una dimensión importante de Tierra Santa: encontrarse con la huella de Jesús”, indica. “Se notaba que faltaban los españoles por el silencio”, dice entre risas. Y en el silencio reinante de todo el confinamiento, el documento que estaba en las conversaciones y en las mesillas de noche de los frailes era ‘Fratelli tutti’.

“Nos dedicamos a meditar nuestra vida a la luz del documento del papa Francisco. Para nosotros no es nuevo, pues esa fraternidad universal la vivimos aquí cada día en el encuentro con las distintas religiones, pero siempre es bueno recordar dimensiones de la vida franciscana que, a veces, por las actividades diarias, dejamos a un lado. Por eso, releer la encíclica es respirar aire fresco”, dice el religioso mendocino, que creció en una parroquia jesuita de Los Andes, aunque luego su vocación le llevaría al lado de san Francisco de Asís.

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