Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.267
Nº 3.268

¿Sembrar paz o espadas?

Una casa de tonos azules y amarillos

Confesaba Miguel Hernández en su Canción última que “Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias”. Tenemos que renunciar al legítimo sueño de que el siglo XXI fuera el que mirara a las guerras con mirada arqueológica e incorporar los peores colores, los de la guerra, intensificados por la posibilidad de seguir los acontecimientos en tiempo real.



Es imposible no haberse imaginado despidiéndose de una esposa e hijos en la estación de Kiev, sentir que las calles de Bucha o de Borodyanka podrían ser las nuestras, y comprendemos mejor los relatos de nuestros mayores y cómo la cinematografía es incapaz de trasladar el horror de una contienda.

Como creyentes, se despiertan las pasiones descritas por Miguel Hernández y viejos interrogantes para la Iglesia: ¿es legítimo el uso de la violencia?, ¿puede afrontarse el mundo contemporáneo desde el idealismo de la paz y de “la otra mejilla”?, ¿ha de remitirse el cristianismo solo a los tiempos de paz o al ámbito de la intimidad familiar?…

La kénosis: “entre las políticas franciscanas y las maquiavélicas”

De todos los misterios que sustentan nuestra fe, dos resultan particularmente desafiantes: el de la Trinidad y el de la Encarnación. Este segundo constituye el arte del seguimiento de Jesús. Cada Pascua de la Navidad celebramos que somos partícipes de la herencia de la kénosis: aquél término griego en torno al cual Pablo de Tarso condensó en otro poema la belleza de nuestro Dios: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres” (Flp 2, 5-7).

Palabras preciosas para ser pronunciadas en la oración, pero que se tornan incómodas cuando tenemos que adoptar los mismos sentimientos que, en el caso del discernimiento, se traduce en tener que encarnar los ideales, en hacerlos visibles en las coordenadas espacio-temporales, aún más difícil en las sociales, políticas y económicas. Un arte apasionante en el que está en juego el futuro de la credibilidad de la Iglesia.

Tomo prestada de quien fuera maestro e inspirador, el jesuita Andrés Tornos, la expresión “políticas franciscanas y maquiavélicas”, sugerente metáfora con la que establecía una incisiva crítica a los posicionamientos frente al problema de las migraciones. Por extrapolación, resulta válido para otros interrogantes del ámbito social.

En el primer extremo, haciendo alusión a quienes confunden la espiritualidad de san Francisco de Asís con las utopías desencarnadas, podríamos reconocer prácticas comprensibles desde la afectividad, bien intencionadas, pero de dudosa eficacia. En el contrario, un pragmatismo extremo, la mal llamada realpolitik frecuentada en estas semanas, y que aboga por un pretendido realismo que cuestiona los límites impuestos por la ética.

Ambas expresiones alejan del corazón del Evangelio. Para las ciencias morales católicas, no puede generar mayor descrédito que sus propuestas sean identificadas con uno de esos polos. Por el contrario, su riqueza se desprende de la capacidad de mantener argumentos en tensión, de ofrecer propuestas equilibradas a los interrogantes que, si fueran sencillos, habrían encontrado ya su propia clave. La apuesta por esta tensión nos aproxima a la noción de discernimiento, descrita por el papa Francisco en Gaudete et exultate (2018), y nos aleja del punto medio aristotélico y su pretensión de sosiego.

La Doctrina Social de la Iglesia avala esta posibilidad. Ante la crisis generada por la Revolución Industrial, la propuesta de León XIII no es la apelación a una concordia desencarnada, sino fundada en medidas concretas como el reconocimiento de la propiedad privada o el salario justo. Ante la urgencia medioambiental, el pasaje del Génesis es la inspiración que conduce a un programa reconocible como la conversión ecológica y la ecología integral de Francisco. La lista sería interminable… porque en otras coordenadas la reflexión podría tildarse de preocupación social, de loables intenciones, pero no de Moral Social Católica. (…)

Pliego completo solo para suscriptores


Índice del Pliego

Una casa de tonos azules y amarillos

La kénosis: “entre las políticas franciscanas y las maquiavélicas”

El derecho a un itinerario bienaventurado

La Iglesia, peregrina de la paz

La violencia y la guerra en los vacíos del desarrollo

La paz es un producto de la mejor política

Fronteras difuminadas y ampliadas

Los límites morales de la guerra

Combatir desde los interrogantes

Lea más: