Cuando hablamos de crecimiento inclusivo y sostenible estamos refiriéndonos a “una nueva visión del crecimiento” (OEDC, 2017b: 3) que busca un crecimiento económico “que no tenga lugar a expensas de los grupos de pobres y excluidos o a expensas de la degradación medioambiental” (UNDP, 2017: 3).
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Este tipo de crecimiento surge del “reconocimiento del hecho de que las pautas actuales de crecimiento económico no han sido compatibles con avances sociales y medioambientales. Por ello se ha adoptado el número 8 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Promover un crecimiento sostenido, inclusivo y sostenible, acabar con el desempleo y crear un empleo productivo y generar trabajo decente para todos” (UNDP, 2017: 4).
Como se puede observar en estas líneas para quienes proponen esta orientación del crecimiento, este sigue estando en su centro. Se quiere seguir creciendo, pero hacerlo de una manera que beneficie a todos y al mismo tiempo cuide la creación y no destruya el medio ambiente. Las dos instituciones nombradas reconocen en sus documentos que no existe una relación directa entre el crecimiento, la reducción de la pobreza y las desigualdades, o la conservación y mejora del medio ambiente y que el crecimiento, hasta ahora, ha resultado con frecuencia negativo para ambas variables.
Como consideran positivo que las ventajas de la economía lleguen a todos y que sean sostenibles, proponen mantener el crecimiento en el centro del modelo económico añadiendo la sostenibilidad y la inclusión de los más desfavorecidos como los adjetivos que matizan la manera en la que potenciarlo y alcanzarlo. Para algunos la economía circular es un ejemplo de esta tendencia. Como afirma la Comisión Europea (2014: 2) la economía circular es una manera de apoyar el crecimiento sostenible que ofrece “un potencial de crecimiento del PIB de la UE de hasta el 3,9 %”.
Un eje central efectivo
El hecho de que esta manera de entender la economía siga manteniendo al crecimiento como el eje central de su actuación, le resta (desde mi punto de vista) fuerza a la hora de lograr la sostenibilidad y la inclusividad. Cuando la prioridad sigue siendo el tener más, cuando existe un conflicto de intereses entre los adjetivos que califican la idea central (inclusivo y sostenible) y esta, siempre se va a priorizar la última, es decir, el crecimiento.
Por ello creo que es necesario ir más allá. La inclusividad y la sostenibilidad no deberían ser unos meros adjetivos en el quehacer económico, sino el corazón de este. Es decir, que la posibilidad de crecimiento esté subordinada a que sea efectivo para la reducción del número de personas excluidas de una vida digna y para el cuidado de la creación y no al contrario, como sucede en estos momentos.